HIPERPATERNIDAD

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¿Has escuchado este término? Yo hasta hace poco: es el título del libro de Eva Millet, escritora española refiriéndose a la sobreprotección de unos hijos que se han convertido en el centro de las familias del siglo XXI.  

Por Lucía Legorreta

Acompaña al nombre del libro la frase: del modelo mueble al modelo altar, pues hemos pasado de tener hijos mueble, a los que hacíamos poco caso, a tener hijos altar, a quienes veneramos.

Me pareció interesante esta descripción, y es por ello que comparto contigo hoy las ideas principales de esta autora.  

Una nueva generación de padres practica la hiperpaternidad, un modelo de crianza que se caracteriza por la sobreprotección de unos hijos que se han convertido en el centro de las familias del siglo XXI. 

Te preguntarás por qué los padres de ahora somos más protectores. Una de las razones es demográfica, las familias mexicanas tienen un promedio de 2.1 hijos por mujer, pero en la Ciudad de México este promedio baja a 1.7, por lo que los niños se vuelven el centro de atención y de la vida de los padres. 

Es un cambio fuerte que se ha dado en las últimas generaciones,  mis papás tuvieron seis hijos,  yo tengo cuatro y probablemente mis hijos menos que cuatro.  

Las familias eran más extensas y todos, abuelos, tíos, primos, participaban en la educación. Ahora no, el modelo está blindado y no aceptamos comentarios ni críticas de los demás. 

Claro que para nosotros como papás nuestros hijos son muy especiales, pero no para todo el mundo, tienen que acostumbrarse a que no son el centro del Universo.  

Hay una competencia entre padres:  los niños son ahora signo de estatus;  son una proyección de ti mismo y sus metas son las tuyas. Todo tiene que ser perfecto: la casa, el coche, los dientes, el niño.

Ahora bien, ¿cómo son los llamados hiperpadres?

Se caracteriza por una atención excesiva a los niños y una constante supervisión. Los padres resuelven sistemáticamente los problemas a sus hijos y esto tiene consecuencias, porque los estás haciendo menos autónomos.

Otra característica es justificarlos continuamente y estimularlos precozmente. Hay una tendencia a intentar que los niños lo hagan todo lo antes posible para que sean súper niños.  

Pero esto tiene sus consecuencias. Estamos quitándoles a los niños lo más importante de la infancia, que es el tiempo para jugar, no tienen tiempo para aburrirse, y como ya lo hemos platicado en otra ocasión, del aburrimiento puede salir la creación.   

Encontramos a padres inseguros porque hay sobre oferta de métodos y experiencias que el niño tiene que vivir, y esto supone un estrés añadido, ya que no pueden quedarse en casa un fin de semana sin hacer nada, y créanme, a veces es lo que los niños piden.  

¿Quieres saber si te has convertido en un hiperpadre o una hipermadre?

Hay dos señales: una, si no eres capaz de observar a tu hijo sin intervenir a la primera oportunidad.  Y otra es cuando se habla en plural de los hijos: hoy tenemos examennos reprobaron…  sacamos diez en matemáticas.

Los hiperpadres también intervienen mucho en la escuela. Está bien que se involucren en ella y que colaboren, pero tienen que saber cuáles son sus límites. El problema es que a menudo termina en exigencia y enfrentamiento.

¿Y cuales son las consecuencias o los peligros de esta actitud? Estamos educando niños con una visión muy centrada en sí mismos. Niños débiles que nunca han aprendido a resolver sus problemas, porque nunca les has dado la oportunidad ni las herramientas, y ante cualquier problema se desmoronan.

Al estar tan protegidos son inseguros y tienen muchos miedos;  niños con miedo a dormir con la luz apagada, de comer cosas nuevas, de hacer nuevos amigos.

¿Qué hacer para revertir la hiperpaternidad?

Consiste en la sana desatención de los hijos. Como padres nuestro trabajo es estar pendientes de los hijos, pero sin intervenir a la primera ni hacer un drama. Si la niña no está desganada no quiere decir que tenga anorexia;  y si un día no lo dejan jugar fútbol no es bullying. Cuando el niño sale de la escuela no le tienes que cargar la mochila, si pesa, sácale un par de libros.  

Y también déjale de preguntarle todo: ¿quieres dormir?, ¿quieres comer?, ¿qué quieres hacer?

Hay la idea de que la familia es una institución democrática y no, la familia es una jerarquía: los padres arriba y los niños abajo.

Todos participamos, pero no podemos hacer lo que ellos quieran.  

Y recuerda esta sabia afirmación: toda ayuda innecesaria es una limitación para el que la recibe.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com.