Durmiendo en la misma cama

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Por Claudia Amador Escudero

¿A qué nos referimos cuando hablamos de “dormir en la misma cama”? Al colecho, la costumbre de que los hijos duerman con los padres. Este es un hábito común en todos los medios sociales y en muchas culturas. Hay quienes consideran que es una práctica positiva e intrascendente y hay quienes consideran que no; pero como en todo, hay que encontrar un justo medio.

Mientras son amamantados, los niños pequeños pueden compartir la habitación con los padres, incluso hay cunas especiales que facilitan esta práctica; una vez que termina la lactancia materna, lo recomendable es que el bebé tenga su cuna y su propio espacio.

¿Pero qué pasa cuando los niños comparten la cama con los padres más allá de la etapa de lactancia? Generalmente hay justificaciones, principalmente de la madre: que no quiere que llore, que hace frío, que el niño tiene miedo, que ha estado enfermo y debe estar pendiente de su salud… En realidad, son más pretextos que razones válidas.

Lo cierto es que el no darle su propio espacio al niño puede tener graves consecuencias en su desarrollo emocional, pues no es capaz de codificar y comprender correctamente el hecho de compartir una intimidad con los padres.

Los hijos que duermen con los padres suelen presentar problemas en su proceso de separación e individuación, lo cual, traducido a conductas observables, se manifiesta en angustia ante la separación de la madre; suelen mostrarse inseguros, tienden a ser dependientes y tiranos con los padres. También tienen dificultad para entender los límites y suelen ser intrusivos con los padres y en su entorno. Tienden a manifestar conductas agresivas, demandantes y con poca tolerancia ante la demora y la frustración.

Para su adecuado desarrollo, los niños requieren poder diferenciarse de los padres y tener un espacio propio que les permita construir una personalidad saludable. Para los padres será más difícil disciplinar a los niños que comparten la cama con ellos.

Por otro lado, los padres ven interrumpida su intimidad y su vida conyugal (sexual), lo que a la larga puede tener consecuencias negativas en la relación de pareja. Algunos padres o madres manipulan la relación íntima con la pareja so pretexto de que el niño está ahí presente. Otros más, consideran que pueden tener intimidad y que “no pasa nada”, “el niño está dormido”, “no se da cuenta”.

Nada más incierto que eso: el niño aun medio dormido percibe que algo pasa con los padres y si a esto le agregamos que entre sueños presencia la escena de los padres teniendo intimidad, la situación para el niño es muy violenta porque los pequeños perciben las relaciones sexuales como un acto de agresión y no un acto de amor. El niño verá distorsionada la relación de los padres y el concepto de sexualidad será para él un acto de violencia sádica. Generalmente, los padres evitamos que nuestros niños vean escenas eróticas, pero se las mostramos nosotros en vivo y a todo color cuando permitimos que duerman con nosotros.

Algunas madres meten a los hijos a su cama cuando papá se ausenta por trabajo o por cualquier razón, exponiendo al hijo a sentir que está usurpando el lugar del padre, situación que lo llena de sentimientos de culpa y de enojo que no sabe cómo manejar e identificar.

Aun cuando los niños no duerman con los padres y no estén expuestos a presenciar el acto sexual, saben que algo sucede entre los padres. Tienen curiosidad y sentimientos de rivalidad frente a estas ideas. Esto es natural, y como parte del desarrollo psicológico tendrán que asimilar que los padres son pareja y no son “suyos”, como pertenencia; que habrá que parecerse a ellos para tener en la vida adulta una pareja como ellos la tienen. Saber que los padres se quieren es para los hijos una garantía de certeza y esperanza.

En otros casos, son las madres las que tienen problema para separarse y les cuesta trabajo desprenderse de los hijos. No les permiten crecer con la excusa de “me gusta abrazarlo en la noche”, “huele rico”, “no puedo dormir si no está a mi lado y lo cuido de cerca”, sin darse cuenta de que están frenando la adquisición de autonomía de su hijo y distorsionando su desarrollo emocional.

En la práctica clínica, los psicólogos vemos muy frecuentemente los trastornos que genera el dormir con los padres y las dificultades que tienen que enfrentar como adultos inseguros y enojados.

Cuidemos a los hijos permitiendo que tengan su propio espacio para dormir y descansar, aun cuando la vivienda sea reducida. Siempre se puede ser creativo para solucionar la situación.