Vértigo

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Por Federico Reyes Heroles

De pronto se apodera de nosotros. ¿Qué lo provoca?, ya es lo de menos.

La sensación al principio puede agradar, parecer liberadora. Después viene la descomposición de nuestra conciencia y persona: no saber quiénes somos, dónde estamos, ¿a dónde nos dirigimos? Lo mismo le puede pasar a una nación.

¿Dónde está atrás y dónde adelante? Elemental, pero en esas estamos. Atrás en México están los orígenes del autoritarismo, el estatismo que agravó las desigualdades, el corporativismo en la educación, entre otros. Sólo quien quiera regresar al pasado puede pretender derogar la Reforma Educativa. Hay reformas constitucionales de por medio, pero eso no importa. ¿Es esta la oferta progresista, regresar al México de Jonguitud Barrios, de Elba Esther? Pues esa propuesta recibe el apoyo de más del 35% de la población y puede ganar la presidencia. Un vértigo fuerte está presente. Ya no sabemos a dónde nos dirigimos, tampoco de dónde venimos. Pero y los miles de maestros faltistas, y los famosos “inspectores”, y las canonjías, y las plazas heredables, y la ausencia de evaluación, y la burla pública que duró décadas, dónde escondemos en nuestra memoria esa ofensa. ¿Cómo olvidar los vergonzosos niveles educativos?

Fatal vértigo.

Ya no son 100 sino 200 000 mdd. los comprometidos por la reforma energética. Es un mundo de dinero, algo inédito que además va a enriquecer las arcas públicas y a fortalecer la posibilidad de ahorro para las nuevas generaciones. Por primera vez en nuestra historia, cuando lleguen las vacas petroleras gordas, por ley tendremos que ahorrar, no hay escapatoria. No se podrá usar ese dinero para los “gastitos” gubernamentales o lujos sindicales o dispendio empresarial. De verdad se pretende revertir la reforma, regresar a la corrupción ancestral de PEMEX, a la brutalmente ineficiente empresa pública ordeñada por un sindicato feroz que hoy los cambios, poco a poco, arrinconan, olvidar las trapacerías de “La Quina”, Barragán Camacho, soltarle la rienda a Romero. La propuesta más popular hasta hoy es regresar a ese pasado. Por cierto, jurídicamente hablando es casi imposible, pero no importa, ofrecerlo vende. Qué mareo, una pérdida total de rumbo.

Los expertos lo recomiendan. El propio expresidente español Felipe González lo hizo: más inteligencia. Para enfrente está su fortalecimiento, para atrás debilitarla. Desaparecerla nos remite a 1918, fecha en que Carranza crea la primera instancia de inteligencia. Pero no, el redentor se levanta molesto porque supone una investigación contra él y su familia, y en lugar de proceder por la vía jurídica, decide que desaparecerá el CISEN, la única instancia nacional de inteligencia.

Por cierto, de nuevo no importa que exista una ley, esos son trámites para quien ostenta el suprapoder, ese ser al que nada lo detiene, ni debe. Pero si los cárteles nos tienen apergollados, el 2017 fue el año más violento de la historia, ¿de verdad es una buena idea desaparecer el CISEN? El mundo de cabeza, vértigo. El futuro deseable se mira con más y mejor inteligencia. Pero le sonó bien, no importa retroceder un siglo, la oferta del merolico vende. ¡Por un México sin inteligencia, lleve usted una dosis!

Si el futuro sigue estando adelante y no atrás, deberíamos pensar en los enormes beneficios de tener más transporte aéreo, fuerte y eficiente. México tiene una posición geográfica envidiable, deberíamos ser uno de los centros de interconexión aérea más importantes del orbe, tener uno o varios hubs. El nuevo aeropuerto de la CDMX tiene el agua en el cuello, los retrasos son sistemáticos, los costos para las líneas aéreas y las decenas de millones de pasajeros invaluables. Más y mejores aeropuertos suena bien como brújula de futuro. Pero no, mejor echar atrás el nuevo aeropuerto de la CDMX ya en construcción y, lo increíble, la propuesta tiene el apoyo de uno de cada tres mexicanos. Vértigo, mareo nacional.

Y nos llenamos la boca con la expresión estado de derecho, el imperio de la ley para todos, sin excepción. Pero en un país de leyes no cabe la palabra perdón, esa graciosa concesión supralegal. “Por qué no perdonar a los narcos, a los expresidentes a quien se le venga en gana”, vamos. Soy el redentor y por si lo dudan les mando una amenaza a través de mi asesor. “Si nos vuelven a robar una elección, va a haber chingadazos”. ¿Estado de derecho? Pero, ¿no era la violencia el pasado y el futuro la civilidad? Ahora resulta que las amenazas son la modernidad. Cerrazón, estatismo, corporativismo, perdones, amenazas, desplantes autoritarios. Eso debiera estar atrás.

¿Dónde está ese paraíso perdido? Porque alguien por aquí lo anda invocando y muchos lo siguen. Algo queda claro, no está en nuestro pasado. ¿Dónde habrá crecido el redentor?, porque no fue en México, quizá fue en el Edén.

PD: Ojalá y hubiera más intelectuales “conservadores”, “fifí”, como Chucho Silva Herzog o “malos historiadores” como Enrique Krauze, muchos más. Digo.