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Amor descorporizado. Realidades ultramodernas

«El significado de la metáfora erótica es ambiguo. Mejor dicho, es plural. Dice muchas cosas, todas distintas, pero en todas ellas aparecen dos palabras: placer y muerte.» -Octavio Paz

Este texto reflexiona sobre el concepto de amor descorporizado dentro de una realidad virtual, mismo que puede ser expresado como una peculiaridad del siglo XXI. Esto permite establecer una crítica a la concepción material del cuerpo como pasión. Podemos determinar los límites desbordados que la fusión entre ser humano y tecnología plantean como nuevos horizontes para los encuentros amorosos.

Descorporización como aquello que ha perdido el cuerpo, que no constituye una materia, sino una posibilidad. Ese es el modo en que se manifiesta el amor sobre el cual queremos derivar una reflexión, considerando su expresión virtual, su presencia en las redes de Internet.

En muchos sentidos, esta reflexión surge de un artículo que publicó la agencia de viajes Condé Nest Traveler y que abría una información titulada sobre la Creación del mapa del mundo de las relaciones a distancia,[1] es decir, de aquellas relaciones amorosas que no dependen necesariamente de la cercanía y no están condicionadas por la temporalidad; relaciones que se han mantenido viajando para diversos encuentros en un rango importante de tiempo: entre 10 y 46 años. Estas experiencias viven en las redes, en todos los sentidos. No se atan a las geografías, de aquí la referencia a un amor descorporizado.

El concepto de amor descorporizado dentro de una realidad virtual puede ser expresado como una peculiaridad del siglo XXI y establecerse como una crítica a la concepción material del cuerpo, así podemos mencionar que los límites desbordados de la fusión entre ser humano y tecnología plantean nuevos horizontes donde:

“[…] el cuerpo tiene su razón de ser en la concepción cristiana sobre la carne. La carne es lo perecedero y corruptible, condiciona y degrada, en este sentido, el cuerpo es una traba para la perfección humana y un obstáculo que sujeta al pensamiento y le impide ser libre y volar. La razón configurará siluetas cuando el cuerpo desaparezca del tiempo-espacio virtual”.[2]

El cuerpo toma de la tecnología un soporte que le permite plantear la posibilidad de una relación amorosa (esto desde la encrucijada que cuestiona los ideales del amor tradicional cara a cara como figura de la pasión ideal) para ser sustituido por el amor de texto, proyectado como la pasión discursiva que es recreada en la gama de las posibilidades virtuales. La permanencia o el desenlace de este amor descorporizado está en mantener un diálogo que fluye entre los patrones del realismo dibujado por Meillassoux,[3] lo cual nos llevaría a confundir facticidad y contingencia: “La contingencia designa la posibilidad, para alguna cosa, de perseverar o de desaparecer indiferentemente […] la contingencia designa entonces un saber, el saber que poseo acerca del efectivo carácter perecedero de una cosa determinada… [en contraste] la facticidad aplica solo a lo que está en el mundo […]”.[4] Así mismo, el potencial del lenguaje estructurado presenta un hecho que no puede simbolizarse en un sólo sentido, pues la práctica del fenómeno desborda la representación que tenemos del mismo[5] a partir de palabras ya dichas con referentes ya asumidos.

Por lo tanto, la cuestión es identificar en las redes no sólo la contundencia de la presentación del amor descorporizado como palabra, sino como fenómeno. De esta manera, se puede plantear la problemática del amor sin cuerpo como una posibilidad de la generación que ha fusionado en su vida la tecnología para crear nuevos significados, haciendo que la expresión del amor se vea desabordada más allá del cuerpo, de ahí la diferencia con las posibilidades de recrearse a sí mismo, al otro y al nosotros en las redes.

Siguiendo en este punto a Meillassoux, retomamos su idea de que el aporte de la filosofía es la invención de argumentaciones extrañas; así, el tema de la contingencia como el elemento que designa la posibilidad de ser en-sí de las cosas nos permite traer el fenómeno del amor descorporizado como una expresión posible del amor-pasión y, por consiguiente, una posibilidad de un ser-nosotros.

El amor dialogado entre dos receptores explícitos en Internet se refiere aquí, entonces, a la necesidad de asociar diversas prácticas amorosas cargadas de concepciones culturales, las cuales se centran en la observación de un fenómeno sentimental-comunicativo como algo físico. De este modo, las nuevas expresiones y límites de la proyección del cuerpo, vitalizado por las experiencias en las redes de Internet, se vuelven prácticas que promueven la idea de que, si bien el amor (dentro de su polisemia) es de fácil acceso en los sitios de encuentro de las redes virtuales, es una opción que logra consumarse en las mismas y trasciende la intensidad de su expresión y la temporalidad.

Esta idea de los posibles encuentros amorosos en Internet se basa en modelos de interacción y de algoritmos diseñados para el movimiento e intercambio de oportunidades, las cuales ofrecen una serie de opciones y diversidades expresivas que permiten el desarrollo de las relaciones amorosas más allá de la inmediatez del cuerpo. El dinamismo del mercado de las ilusiones (y, por ende, del amor descorporizado) coloca los encuentros de citas de compañía, el sexo de oportunidad y los mercados formales de comercialización del cuerpo al margen de las redes que ofrecen pornografía y espectáculos amorosos en tiempo real. De esta manera, las interacciones de las relaciones a distancia, la duración de las mismas y la distancia entre los implicados son fenómenos presentados como referentes en un mapa de interacciones a distancia:


Fuente: http://www.traveler.es 01/06/16

La idea se ilustra en esta imagen, que refiere un imaginario documentado de la intensidad de las relaciones a distancia, señaladas por millas y conectividad. De ahí que las implicaciones sobre las posibilidades de existencia de relaciones de amor descorporizado se remitan a documentar la intensidad, la oportunidad, la correlación entre las personas y una realidad llena de interioridades que expresan diversas imágenes del para-nosotros, concepto planteado en la relación del círculo correlacional de Meillassoux.

Estableciendo la imagen como un recurso inmaterial de referencia a las relaciones descorporizadas, podemos enfatizar la idea de un mundo de expectativas construidas y mediadas por la técnica; donde es posible identificar diversas prácticas en las redes, tales como las proyecciones de imágenes eróticas-sensuales, la textualización de sentimientos, la creación de perfiles a la carta, las modas (en el uso de expectativas asociadas al contexto inmediato en que son producidas) y la materialización de encuentros en el ciberespacio. Pero parece que hay un cierto grado de vulnerabilidad que permea las relaciones que se establecen, mismas que dependen de un intrincado cruce de expectativas que incluso resisten y dan cuenta de una alta posibilidad de engaños y falsas ilusiones.

¿Cómo pensar el concepto de amor descorporizado desde un planteamiento ultramoderno desbordado de inmediatez, de virtualidad; recreando las expresiones amorosas que son seductoras por la diversidad, y que se disfrazan en el anonimato de los textos para perpetuarse como diásporas por la duración de los encuentros en las redes de Internet?

La noción de ultramodernidad propuesta aquí se inspira en Marina.[6] Se basa en la idea de que a los ultramodernos les interesan los asuntos de la vida cotidiana: la educación, el arte, la política, la religión, el saber, el crear y, por supuesto, la tríada mágica: el sexo, el amor y la familia, razón por la cual viven del relato, del contar una y otra vez la historia que los une como seres queridos. En este sentido, se trata de narrar detenidamente los acontecimientos importantes que definen la vida.

Los relatos ultramodernos son los textos que plasman la voluntad de salir de uno mismo para ir al encuentro del otro, quien vive en las redes de Internet. La pregunta por esta realidad sin cuerpo pone a prueba el riesgo de la volatilidad virtual y reflexiona sobre la incertidumbre de la expresión del amor-pasión cuando depende de un relato discursivo, de un texto proyectado, de la expresión de la personalidad. El amor así, sin cuerpo, puede ser considerado una experiencia ambigua porque juega con lo posible y representa una aspiración a consumar en lo virtual, un imaginario poderoso sobre el amor que tiene como expresión final un amor intenso, desbordado del cuerpo.

«Si la función primordial del aparato sentimental
es la vinculación del sujeto
con los objetos que precisa para vivir y sobrevivir
¿qué se deriva de esa vinculación?» -Castilla del Pino

En la idea de Marina, podemos recrear que:

“[…] vivimos entre ideas, palabras y sentimientos, y necesitamos que sean tan claros como los manantiales […] la ultramodernidad, un nuevo modelo de inteligencia, que une el rigor y la poesía, el dramatismo y el sentido del humor, la ciencia y el sentimiento, lo abstracto y lo concreto, la historia y el futuro. Aspira a una triple finalidad: explicar, embellecer y transformar la realidad”.[7]

Nos encontramos entre dos líneas de pensamiento para comprender las posibilidades en que se expresa el amor descorporizado: por una parte, la discusión de Meillassoux sobre la contingencia y la facticidad como una forma de abordar la realidad; por otra, el tema de los ultramodernos con Marina, que propone un desplazamiento ético en torno a textualizar la realidad.

Con estos precedentes, el relato de viaje de 600 participantes (Condé Nest Traveler(http://www.traveler.es/06/16) establece un mapa de las relaciones de larga distancia que superan diversas ideas sobre la temporalidad, la accesibilidad geográfica y la limitación económica. Si bien destacan algunos relatos en narrativas de encuentros y rupturas, la idea de un Atlas de las relaciones de larga distancia alimenta la idea del mercado del amor, de los viajes, de la oportunidad de los servicios turísticos; sin embargo, desde el punto de vista filosófico y, específicamente, desde la construcción cultural de la condición amorosa, el problema se centra en abordar un concepto de amor desbordado no sólo por las experiencias en los mundos virtuales de las redes de Internet, sino por la concepción del amor como un objeto de consumo romántico para propiciar la distancia y, por ende, los viajes de encuentro y desencuentro, mismos que no serían posible sin la categoría de anticipación, pues un encuentro amoroso a través de las redes no tiene sentido de duración si no es un deseo anticipado y construido por un para-nosotros.

La literatura en torno a esta reflexión se basa, por decir de alguna manera, en un diálogo entre dos paradigmas que cuestionan el sentido de la realidad y permiten establecer una relación extraña con el tiempo del deseo anticipado. De esta manera, es posible mantener una relación a distancia no como un hecho consumado o fáctico que está a la vista, sino como la anticipación de una condición drástica sobre el otro, sobre el encuentro amoroso con el otro.

El realismo filosófico en la voz de Meillassoux nos ha permitido suponer un relación entre el significado de las palabras, el ser en-sí y el para-nosotros. Esto con la finalidad de comprender la contingencia como un punto de partida para cuestionar si el amor descorporizado es real en el mundo de los encuentros virtuales. Desde esta perspectiva, surge la consideración de un dispositivo práctico que parte desde el mundo exterior a la mente del sujeto; así, la relación del amor descorporizado existe por sí misma; sin embargo, por otra parte, existe en la recreación de un para-nosotros. En este sentido, el amor del que se habla es una expresión, entre muchas otras, de un mundo exterior, de ahí que se pueda comprender y modificar, pues, en alguna medida, vive en-sí y permite construir el para-nosotros permisible. Resulta irrelevante, entonces, si el amor-pasión conceptualizado socialmente entre las personas es concebido tanto en el uso compartido de las coordenadas socio históricas, como en el modo de su presentación de intensidad pasional y número de participantes.

Por otra parte, las corrientes avocadas al uso del lenguaje que viven del consenso en los significados (y que, en nuestro caso, suponen una relación ultramoderna, siguiendo la idea de Marina[8]) y parten de una representación mediadora del sentido del diálogo textual, ponen de manifiesto la aceptación de un interés por los vínculos sociales no sólo como una cuestión de acuerdos entre las subjetividades, sino como el sustento de una realidad que supera la presentación efímera de las entradas y salidas del mundo virtual para contrastarse con el momento presencial en la vida alternativa que construye cada individuo a partir de su propio imaginario de oportunidades de diálogo.

Esta idea permite ilustrar las dicotomías virtual-real, dentro-fuera, interioridad-exterioridad como un ámbito combinado de las desigualdades de la percepción de la temporalidad y la presencia-ausencia. El fenómeno del amor descorporizado permite toda clase de encuentros textuales (exteriorizados con el lenguaje) que exponen la naturaleza esquiva y diversa del mismo.

Facticidad desde el realismo que pone en las cosas mismas su posibilidad de existencia y que se vuelve una estrategia de construcción del vínculo amoroso con el otro, y la textualidad desde un estructuralismo avalado por el sentido ético de ser-nosotros, donde la proyección del otro y el juicio sobre lo que proyecta pueden generar falsas ilusiones y equívocos sobre una relación polisémica en las redes de Internet.

En ambas posturas existe el riesgo latente de que la resolución de la realidad puesta en juego (esto es, la posibilidad del amor sin cuerpo) no siempre presente una contrapartida en la percepción; la apariencia del texto en las redes sintetiza simbólicamente al otro, amado, sin cuerpo, con un amplio margen de equivocación sobre lo que se está presentando, porque finalmente no es sino una emanación virtual de la proyección deseada.

La descorporización de las personas en el mundo Internet es una metamorfosis compleja basada en el principio de relacionalidad cíclica, concepto que cuestiona la linealidad de los discursos y cobija diversos sitios que ofrecen creaciones textuales del amor como un amplio mercado de fantasías y deseos. Esta diversidad de proyecciones es una ventana a un universo creciente que da pie a la presentación de una metáfora clave para esta reflexión: la existencia del cuerpo sin órganos: “El cuerpo sin órganos se opone, pues, no tanto a los órganos como a la organización de los órganos, en la medida en que ésta compondría un organismo. No es un cuerpo muerto, es un cuerpo vivo, tanto más vivo, tanto más bullicioso cuanto que ha hecho desaparecer el organismo y su organización”.[9]

En este mismo sentido, podemos entrelazar la expresión de los sentimientos involucrados: “Nadie hace el amor con amor sin constituir para sí, con el otro o los otros, un cuerpo sin órganos. Un cuerpo sin órganos no es un cuerpo vacío y desprovisto de órganos, sino un cuerpo en el que lo que hace de órganos […] se distribuye según fenómenos de masa”.[10] Esta provocativa propuesta pone en algo intangible –el fenómeno de la masa– la vivencia de lo concreto como un pensamiento materializado que no abandona la cultura, la historia ni la apología del sentimiento amoroso, sino que libera la posibilidad en la expresión de la experiencia misma.

Una idea de mayor claridad en este planteamiento es la posibilidad de resolución desde Deleuze,[11] con quien se afirma que la noción de diferencia no es un concepto, sino un entramado que permite dar cuenta de las palabras desbordadas por los significados presentes. En esta misma línea encontramos manifestaciones de Bauman[12] y un atisbo de acuerdo con Zizek[13] sobre las controversias en el entramado Internet.

Ser-en-sí es una palabra que retomamos en la referencia de Meillassoux, para recrear la posibilidad de un amor sin cuerpo. Es un atisbo a una realidad que va tomando forma en las diversas proyecciones virtuales y que materializa la idea de Bauman[14] de que la vida moderna asume diversas formas unidas por la fragilidad, la temporalidad, la vulnerabilidad y la inclinación al cambio constante.

Así, el planteamiento se enriquece enfatizando esta última propuesta de Bauman[15] para matizar los supuestos amorosos, al asumir una realidad que se va fragilizando desde una complejidad que potencia una confusión entre la vivencia de lo inmediato con lo mediato; este planteamiento, coincide con la idea de Zizek que pone en consideración: “Lo real sobre lo que el ciberespacio pasa los límites es entonces la repudiada fantasmática del apego pasional, la escena traumática que no tiene lugar en la vida real […]”.[16]

Las ideas presentadas , cuestionan una realidad alternativa frágil y fantásmica que permite la concepción de un amor descorporizado, un ser que materializa el erotismo en textos y genera una posibilidad del sentimiento amoroso desde la fusión entre lo tecnológico- humano para resaltar las prácticas que ponen en relieve algunos valores fundantes sobre la humanidad, como lo son: el amor, la ética en la presentación de los sentimientos, la posibilidad de integración de las unidades básicas de reproducción de la sociedad, las parejas, y un repertorio de implicaciones en el cambio de las relaciones sociales, asociadas a los acuerdos de encuentro más allá del cuerpo.

Ciertamente hablamos de posibilidades manifiestas del cuerpo textualizado, de la búsqueda de una metanarrativa amorosa, que permita pensar en los supuestos ontológicos que emergen detrás de la técnica, en las dimensiones del cuerpo en la nueva sociedad tecnológica, es decir un cuerpo humano emergente, fluidificado.

Así, establecemos la posibilidad de que un ser como –un no-ente corpóreo– amante que se recrea a sí mismo desde relacionalidades, nutridas desde los imaginarios clásicos de la historia natural del amor para hacer posible su proyección, y permitirse consumar diversos ciclos de metamorfosis virtuales, dando cuenta así del uso de las posibilidades que se ofrecen tanto en las redes de Internet en general, como en las comunidades virtuales específicas que se especializan en búsquedas amorosas y permiten al usuario, una vez recreado en textos respecto a sí mismo, formar parte en nuevos escenarios de interacción y recreación amorosa.

 

«Si la función primordial del aparato sentimental
es la vinculación del sujeto
con los objetos que precisa para vivir y sobrevivir
¿qué se deriva de esa vinculación?» –Castilla del Pino

Finalmente, hablamos así de textualidades vivas, asociativas, interactivas que aluden a la conformación de existencias y realidades plurales, colectivas y materializadas en intrincadas redes de conexiones virtuales.

Respecto al amor, la literatura es prolífera, sobre todo cuando hablamos de la historia natural del amor y encontramos en ella múltiples clasificaciones entre los tipos de amores asociados a una gama de sentimientos y emociones. El amor es entendido como un sentimiento, una actividad de la conciencia, una mediación entre el acontecimiento emocional y el pensamiento, mismo que pone en marcha un estado de ánimo específico. Por lo tanto, la disposición de amar da pie a una primera visión de la posibilidad de alcance de lo amado.

El amor descorporizado no deja de ser un sentimiento pleno, producto de una gama de emociones reactivas ante lo inmediato que marcan la piedra de toque para configurar una ontología del amor como existencia efímera; esto es, un sentimiento difuso y errático que se proyecta en el espacio virtual como la oportunidad de un encuentro discursivo en una exposición de lo erótico sublimado. Todo esto desde la intensidad de los encuentros textuales que dependen de su capacidad de despertar emociones en el otro.

La materialización del amor descorporizado como sentimiento requiere integrar cierta permanencia en las expresiones emotivas hacia el otro; de hecho, deben incluir al otro. Es así como el principio de correlación no sólo anuncia el problema de una descorporización del amor, sino el cuestionamiento sobre su existencia heterogénea (entre lo mediato y lo inmediato) como dualidades complementarias. Por consiguiente, tenemos, por un lado, la proyección del amor posible como discurso que se reconoce como una presentación textual, efímera y fragmentada; por otro, la proyección del cuerpo humano como un no-ente corpóreo que se aviva desde el apego pasional, ambiguo e interactivo y hecho posible desde la tecnología para presentarse en tiempo real fluyendo hacia el otro.

La doble posibilidad afectiva, de aceptación y de rechazo sobre el otro, permite al sujeto organizar su entorno para adaptarse; puede decirse así que la vinculación del sujeto con su contexto y la alineación interna de su proyección amorosa compromete un proyecto de modificación del entorno de acuerdo a los deseos y necesidades del sujeto para ser él mismo y ser con el otro.

Sin duda, la idea de un amor virtual, descorporizado, iluminado, fugaz, distante, cimentado en proyecciones textuales resulta un Frankenstein o un Prometeo moderno inspirado en la idea de que, pese a su composición desde lo diverso, arriba a una corporeidad aberrante, ausente. Esta expresión reclama para sí un nuevo espacio en la forma de entender al otro. Esto es una realidad visible en un contexto y efímera en otro, coexistiendo en los modos en que un ser humano se presenta como sujeto amante.

Desde esta perspectiva, finalmente, ser humano y ser sin cuerpo en la realidad virtual son equivalentes. Es una construcción a la carta. El laberinto narrativo lineal se descompone en fragmentos que proyectan el amor como una posibilidad de posesión no sólo de un cuerpo proyectado, sino de un cuerpo imaginado.

El discurso del otro es la narrativa de la realidad posible, es el sujeto textualizado al que referimos cuando reflexionamos sobre un amor sin cuerpo, un amor proyectado, ilusorio, asimilado en las redes y vitalizado en su recurrente reinvención del otro y de uno mismo. El deseo es así: deseo del otro. Es el deseo del texto del otro; la composición de la descarga de las emociones en la proyección de otro.

Estamos ante un amor de tipo discursivo, proyectado a la alteridad, reconocible en las figuras del habla y la escritura, poniendo a prueba la construcción de significado dependiente de los artefactos disponibles, e integrado de la suma de la tecnología y de lo humano que sea susceptible de fusionarse.

Fuente: https://2018.reflexionesmarginales.com/amor-descorporizado-realidades-ultramodernas/

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