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Los científicos buscan entender por qué los hombres violan

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La mayor parte de los sujetos que participaron en estos estudios reconocen libremente que el sexo no fue consensuado, pero eso no significa que lo consideren una verdadera violación. Los investigadores se han encontrado con esta contradicción una y otra vez…

Una disertación llamada «El violador inadvertido» incluyó artículos con este tipo de titulares. El autor sostiene que contribuyen a generar conceptos erróneos sobre los violadores, la mayoría de los cuales no aparecen en las noticias o en los tribunales.

En 1976, un doctorando de Claremont Graduate University publicó un anuncio muy poco usual en los diarios de Los Ángeles: “¿Eres violador? Investigación anónima vía telefónica para proteger tu identidad. Llama al 213-__-__. De 09:00 a 21:00”.

El hombre esperó junto a su teléfono, escéptico de que fuera a sonar. “Pensé que nadie querría responder”, dijo Samuel D. Smithyman, quien ahora tiene 72 años y es psicólogo clínico en Carolina del Sur.

Pero el teléfono sí sonó. Casi 200 veces. Al otro lado de la línea había un programador computacional que había violado a su “casi novia”; un pintor que había violado a una conocida de su esposa y el vigilante de una escuela que le describió de diez a quince violaciones como una manera de ponerse a mano con los “malditos ricos” de Beverly Hills.

Hacia finales del verano, Smithyman había concluido cincuenta entrevistas que se volvieron la base de su disertación, El violador inadvertido. Lo que le pareció sorprendente fue lo normales que sonaban estos hombres y lo distintos que eran sus entornos. Concluyó que se podían hacer muy pocas generalizaciones.

Durante las últimas semanas, mujeres de todo el mundo han contado historias de acoso y abuso sexual al publicar anécdotas en las redes sociales con etiquetas como #MeToo y #YoTambién. Aun teniendo en cuenta solo la segunda categoría, las biografías de los acusados son tan variopintas que parecen sustentar el análisis de Smithyman.

No obstante, investigaciones recientes sugieren que hay algunos puntos en común. En las décadas posteriores a este ensayo, los científicos han ido llenando gradualmente los espacios en blanco de la imagen de los hombres que cometen abusos sexuales.

Las similitudes más notorias tienen poca relación con las categorías demográficas tradicionales como raza, clase social y estado civil. Por el contrario, surgieron otro tipo de patrones: estos hombres comienzan temprano, según los estudios. Pueden asociarse con otros que también cometen abuso sexual. Por lo general niegan que han violado mujeres, incluso a pesar de admitir que se trató de sexo no consensuado.

Los investigadores afirman que esclarecer estos y otros patrones es el camino más realista hacia la reducción de conductas que infligen tanto dolor.

“Si no comprendes realmente a los perpetradores, jamás entenderás la violencia sexual”, aseguró Sherry Hamby, editora de la revista Psychology of Violence. Podría parecer obvio, pero dijo que por cada “diez artículos acerca de las víctimas” recibe solo uno acerca de los perpetradores.

Esto podría estar relacionado en parte con una tendencia a considerar el abuso sexual como un problema femenino, aun cuando son los hombres quienes cometen el delito. Pero encontrar a los sujetos correctos ha complicado la investigación.

Estudios preliminares se basaban en gran medida en violadores convictos. Esto sesgó la información, dijo Neil Malamuth, psicólogo de la Universidad de California, en Los Ángeles, quien ha estudiado la violencia sexual durante décadas.

Los hombres en prisión a menudo son “generalistas”, comentó: “Te roban la televisión, el reloj, tu auto… y, en ocasiones, te roban sexo”.

En cambio, los hombres que cometen abuso sexual y no están en prisión porque se salieron con la suya, a menudo son “especialistas”. Hay una gran posibilidad de que esta sea su principal transgresión criminal.

Estudios más recientes suelen basarse en encuestas anónimas de estudiantes universitarios y otros ámbitos, que presentan lenguaje jurídico que les garantiza a los individuos que sus respuestas no podrán utilizarse en su contra. Los estudios evitan usar términos como “violación” y “abuso sexual”.

En lugar de eso, les formulan preguntas bastante específicas respecto a sus acciones y tácticas. La mayoría de las investigaciones de violencia sexual se centran en las conductas sexuales que son reconocidas como no consensuadas. En cuestionarios y entrevistas de seguimiento, los sujetos son increíblemente abiertos acerca de ignorar la cuestión del consentimiento.

De acuerdo con la investigación, los hombres que violan suelen iniciarse jóvenes, en la preparatoria o durante los primeros años de la universidad y es probable que crucen la línea con alguien que conocen.

Algunos de estos hombres cometen un abuso sexual o dos y luego se detienen. Otros —aún no sabemos en qué porcentaje— mantienen esta conducta o incluso aceleran el paso. Existe un debate acalorado entre los expertos sobre si hay algún punto en el que el abuso sexual se convierte en una conducta arraigada y qué porcentaje de los abusos sexuales son cometidos por depredadores en serie.

La mayoría de los investigadores están de acuerdo con que la línea que divide al criminal ocasional del frecuente no es muy clara. El trabajo reciente de Kevin Swartout, profesor de Psicología y Salud Pública de la Universidad Estatal de Georgia, sugiere que los perpetradores poco frecuentes son más comunes en campus universitarios de lo que se pensaba.

“Es una cuestión de grado, más que de dosis”, aseveró Mary P. Koss, profesora de Salud Pública de la Universidad de Arizona, a quien se le da el crédito por haber acuñado el término date rape, o violación en una cita.

¿Dosis de qué? Ciertos factores —que los investigadores llaman “factores de riesgo”, aunque al mismo tiempo reconocen que a pesar de ellos estos hombres son responsables de sus actos: tienen una presencia enorme entre quienes cometen abusos sexuales.

Un alto consumo de alcohol, la presión social para tener sexo y la creencia en los “mitos de violación” —como la idea de que “no” significa “sí”— son factores de riesgo entre los hombres que han cometido abuso sexual. Otro factor es tener un grupo de amigos que utilicen lenguaje hostil para describir a las mujeres.

Aun así, al parecer también existen ciertas características que tienen un efecto mediador en estos factores. Malamuth descubrió que los hombres que se excitan mucho al ver pornografía de violaciones —otro factor de riesgo— son menos propensos a intentar perpetrar un ataque sexual si tienen puntuaciones altas en evaluaciones de empatía.

El narcisismo parece trabajar en el sentido opuesto, aumentando las probabilidades de que los hombres cometan abuso sexual y violación. La mayor parte de los sujetos que participaron en estos estudios reconocen libremente que el sexo no fue consensuado, pero eso no significa que lo consideren una verdadera violación. Los investigadores se han encontrado con esta contradicción una y otra vez.

Al preguntarles “si las habían penetrado sin su consentimiento”, dijo Koss, los individuos respondían que sí. Al preguntarles si habían cometido un acto “parecido a una violación”, la respuesta era casi siempre negativa.

En estudios de violadores encarcelados —inclusive de hombres que admiten tener esclavas sexuales en zonas de conflicto— se descubre una desconexión similar. No es que nieguen que ocurre el abuso sexual, es solo que el delito lo comete el monstruo de allá.

Y este no es síntoma de que los encuestados sean sicópatas, afirmó Hamby, editora de la revista. Es síntoma de que son humanos. “Nadie cree ser una mala persona”, dijo.

Ciertamente, los expertos notan una última característica que comparten los hombres que han violado: no creen ser el problema.

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