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¿Cómo hacer que cambie lo que no me gusta, sin dañar a nadie?

Por Carlos Padilla Esteban | Nov 07, 2017

Me gustaría saber comprender mejor a aquellos con los que no estoy de acuerdo. Aceptar ese punto de vista que no comparto

No sé bien qué puedo hacer para cambiar las cosas cuando algo no me gusta. No sé qué puedo construir cuando hay cosas que me gustaría cambiar.

Entonces me llegó este mensaje que me dio qué pensar: Piensa en positivo, siempre puedes cambiar algo. Claro. Algo siempre se puede cambiar. Aunque a veces me siento frustrado.

Quisiera cambiar muchas cosas que no me gustan del mundo en el que vivo. Cambiar estructuras, variar el cauce de las cosas. Juzgo lo que está bien y lo que está mal. Decido lo que debería desparecer y lo que podría quedarse.

Pero no siempre logro cambiar las cosas. Porque hay cosas que no dependen de mí. Deciden sin contar con mi voto. Actúan sin pedirme permiso. Se rompen las cosas sin que pueda evitarlo. Resulto herido y no soy yo el culpable. Y me parece injusto este mundo cambiante en el que me siento inseguro.

Me gustaría inventarme unas nuevas avenidas por las que circularan todos. Y establecer puentes que unieran corazones. Me duele alejarme de los que no piensan como yo. Y me veo levantando muros en lugar de puentes.

Me gustaría saber comprender mejor a aquellos con los que no estoy de acuerdo. Aceptar ese punto de vista que no comparto. Querer al que no piensa como yo. A veces es tan difícil amar al que no está de acuerdo con mis puntos de vista.

Yo mismo construyo barreras que me alejan de los que no piensan como yo. Me convierto en juez y en parte. No soy neutral ni objetivo. Me duelen cosas que a otros les alegran. Y quizá me alegran cosas que a otros les duelen.

Y aun así me siento llamado a tender puentes. A tocar las manos de los que se acercan. A abrazar sienta lo que sienta. Y a comprender a aquellos que no piensan como yo. Sin querer convencerlos de lo contrario.

Quiero ser capaz de ponerme en sus zapatos, vivir en su corazón aunque sea un instante. Comprender su historia, valorar sus sentimientos, hablar su lenguaje, ser capaz de mirarlos y comprender que su vida es maravillosa. Y amarlos en la diferencia.

Me da miedo caer en la amargura y el odio cuando no lo consigo. ¡Qué corto es ese paso que existe entre el amor y el odio! Solo sé que la comprensión nace de la aceptación del otro tal y como es. Sin querer cambiar su mirada. Sin querer estar de acuerdo con lo que piensa.

Creo que Jesús lo hizo así tantas veces. Lo tacharon de borracho y comilón por comer con cualquiera. Y no era un borracho, ni un comilón. Pensaron que era pecador al abrazar a los pecadores sin guardar su imagen. Y no cometió pecado.

Lo consideraron leproso por tocar a los leprosos. Y permaneció sano, curando la lepra. Lo acusaron de mujeriego por acoger con Él a las mujeres. Y las amó hasta el extremo. Dijeron que era pagano por vivir con pasión su vida en el mundo. Y al amar el mundo, lo salvó.

Pensaron que era de un grupo determinado por el simple hecho de abrazar sus vidas. Pero Él no pertenecía sólo a un grupo.

Es tan fácil juzgar mirando desde lejos. Es tan fácil caer en la tentación de pensar que dos personas son iguales por el mero hecho de quererse y caminar juntas.

Tal vez a mí mismo me surge la duda. Y me da miedo acercarme a los que no piensan como yo por el qué dirán de los que me miran. Quizás me importa demasiado lo que piensan de mí. Y me da miedo que el mundo juzgue mis intenciones.

Por eso construyo barreras, diques. Levanto murallas para que no me confundan con el que no es como yo. Juzgo y condeno. Separo y me alejo. Me gustaría ser capaz de comprender sin tener que estar de acuerdo.

Por eso hoy lo decido: Pienso en positivo. Me concentro. Pienso mirando la belleza guardada debajo del barro. Y logro ver ese mar escondido bajo las rocas del desierto. La belleza de la figura escondida dentro de la piedra.

Veo, no sé si lo consigo siempre, unos paisajes preciosos que casi yo mismo me invento. O son reales. No lo sé. Ocultos en medio de oscuridades que turban a tantos. Decido pensar en positivo y de repente algo está ya cambiando dentro de mi alma. Al menos dentro de mí nace una luz súbitamente.

Comenta Miriam Subirana: Nadie crea sus pensamientos ni sus sentimientos excepto usted mismo. La rabia no se vence con más rabia. Para llegar a perdonar plenamente debe ser consciente de lo que lleva dentro. Darse cuenta de lo que le está pasando es la base para iniciar cualquier cambio positivo. Cuando sienta rechazo, inseguridad, vergüenza, envidia, rabia, miedo, desaprobación, permítase aceptar lo que siente y afrontarlo.

Yo soy el que creo mis propias ideas y mis sentimientos. Surgen de mí, entre mis manos. Sé que si quiero puedo cambiarlos. Sé que puedo vivir en la muerte bajo la más negra noche si mi alma se turba. Y sé también que puedo levantarme lleno de luz por encima de las montañas si dejo de pensar que todo es malo.

Todo se teje dentro de mi alma. Todo depende de mi mirada. De mi forma de ver las cosas. En mis palabras y pensamientos más secretos se va configurando mi propio mundo. Y de ese mundo interior surge la fuerza para cambiar el mundo que me rodea. Desde lo más insignificante puede cambiar todo.

Decía el P. Kentenich: «¿Acaso no fue siempre así, que Dios eligió siempre lo pequeño antes que lo grande, para obrar grandes cosas a través de lo pequeño?»[1].

Sé que puedo hacerlo todo distinto. Comienzo en mi alma. No tengo que conformarme con las cosas tal como son ahora. Los grandes cambios suceden en lo secreto, en lo oculto de mi corazón. De lo más pequeño, surge lo más grande.

[1] J. Kentenich, Conferencias de Sion, 1965

Fuente: Aleteia

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