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9 razones por las que no siempre puedes resolver los problemas de los demás

Por Leticia Flores

La más valiosa para mí fue la quinta. ¿Y para ti?

El sentimiento de satisfacción que tenemos de ayudar a los demás es realmente muy gratificante. Nos sentimos en paz con nosotros mismos y la sonrisa de las personas a nuestro alrededor crea una nube de positividad de la que no queremos alejarnos.

Sin embargo, vivir nos pone ojos optimistas para reconocer las pequeñas bondades del día a día, así como fuerza para enfrentar las dificultades. Por eso, intentar resolver los problemas de los demás puede causar muchos trastornos, e incluso impedir el crecimiento de las personas a las que quieres.

Vamos a entender mejor por qué:

1. Las personas son diferentes.

Por eso, cada vez que te descubras pensando “la vida de esta persona sería mucho mejor si…”, recuerda que esa es la vida de ella y no la tuya. Por más que quieras ayudar, la perspectiva de ella sobre el mundo es diferente de la tuya, y proyectar expectativas sobre el otro no le ayudará en absoluto.

2. No puedes resolver los problemas de personas que no quieren resolver sus problemas.

¿Por qué? Sencillo: hay personas que, literalmente, cultivan sus problemas y se apegan a ellos de tal forma que ya no consiguen verse sin ese algo por lo que lamentarse. En cuanto a ti… bien, tu no puedes cambiar a nadie. Lo unico que puedes hacer es aceptar (que duele menos, como ya dice la sabiduría popular) y amar a esa persona así como es.

3. Intentar “rescatar” a alguien puede ahogarte a ti.

Y a partir del momento en que te hundes en problemas que no son tuyos, los transforma en suyos también. Te implicas con tanta profundidad que pasas a vivir en función de la vida del otro, olvidándose de sí mismo. ¿Resultado? ¡Nadie ayuda a nadie!

4. Potencial significa “poder”, no “querer”.

El hecho de que te parezca increíble como una persona se expresa, no significa que tengas que convencerla de que se ha equivocado de profesión . O que debería hacer un intercambio. O que podría hacer un nuevo negocio.

El hecho de que esa persona sea muy inteligente no significa que tu tengas la “obligación de amigo” de informarle de que los estudios que ha elegido son demasiado simples o que tiene que dejar de ser maestro para presidir una gran empresa. Una vez más, no es tu vida. ¡Así que no cuides de ella!

5. Ayudar no significa resolver.

Puedes, por supuesto, ayudar a un amigo(a), compañero(a) o familiar con una buena conversación, demostrándole que estás agradecido por su compañía, invitándole a comer y diciéndole lo especial que él(ella) es en tu vida. Lo que no puedes hacer es sentirte en la obligación de tomar las riendas de la vida de esa persona y organizarla tu; aunque ella quiera, aunque lo pida, aunque lo implore.

Con esa actitud sólo le quitarás el estímulo para creer en su propio potencial, y la convertirás en dependiente de ti para siempre. Si es lo que deseas, busca un psicólogo – ¡te pasa algo!

6. ¡No necesitas que el otro sea feliz para ser feliz tú!

Parece sencillo, pero puede ser que tu desesperación por ayudar a los demás sea un reflejo de las expectativas que pones sobre ellos. Recuerda: ¡no necesitas que el otro sea feliz para ser feliz tú!

Está claro que compartir alegrías es una forma maravillosa de vivir nuestras relaciones, pero como ya sabemos, la felicidad no viene de fuera: parte de nuestro interior. Si la persona a la que quieres ayudar no logra ser feliz, es un problema de ella, no tuyo.

Por más que te duela leer eso, respira hondo, mira hacia adentro y simplemente sonríe sinceramente para ti mismo. Si eres capaz de eso, serás capaz de inspirar a quien quieres para que sea feliz como tu, y eso vale mucho más que servir de muleta a los demás.

7. ¡Cuidar de ti mismo ayuda más de lo que imaginas!

Y cuidar de ti mismo exige tiempo y dedicación. Por decir la verdad, incluso un poquito de egoísmo. No ganas nada con barrer tus problemas debajo de la alfombra, y correr a casa de tu amigo(a) para darle consejos. Tu hipocresía sólo te hará daño a ti, a tu amigo y a su relación.

Sé sincero, afronta tus dificultades, mira en tu interior y, cuando todo esté en armonía (no necesariamente perfecto), tu positividad será suficiente para inspirar a los que están a tu alrededor.

8. Los problemas no son necesariamente cosas malas.

Los problemas nos ayudan a crecer y a entender que la vida no es un mar de rosas, como mi abuelo ya decía. Es preciso tener el discernimiento para darse cuenta de que “shit happens” (las mierdas suceden) y que nadie está obligado a sentirse feliz a tiempo completo (ya lo decía Wander Wildner).

A partir del momento en que comprendas eso, te darás cuenta de que las dificultades son necesarias para que maduremos y aprendamos a despegar: a fin de cuentas, al contrario de lo que nuestra sociedad consumista dice, nada es para siempre.

9. No puedes cambiar a las personas, sólo amarlas.

No eres mejor que nadie. Acéptalo. Así que no puedes cambiar a las personas, ni resolver sus problemas, ni mucho menos decidir lo que es bueno o no para ella.

Si recordamos el dicho popular “cada mochuelo a su olivo”, ¡podemos pensar sólo en pasar de vez en cuando por el olivo del amigo para darle un poco de cariño, y volver en seguida al nuestro para no romper el de nadie y acabar estrellado en el suelo!

Fuente: Resiliência Mag

 

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