Los pensadores critican el multiculturalismo, reivindican la institución matrimonial y defienden el estado-nación como marca distintiva de Europa

Intelectuales y académicos conservadores europeos han publicado el Manifiesto de París, en el que muestran su preocupación por la hodierna situación del Viejo Continente y en el que expresan los caminos que se deben transitar para escapar de ella. En el documento titulado ‘Una Europa en la que podemos creer’, critican el multiculturalismo, reivindican la institución matrimonial, defienden el estado-nación como marca distintiva del mundo occidental y distinguen entre la Europa real y la Europa falsa que se está construyendo.

Respecto a esto último, los filósofos firmantes, entre los que figuran los galos Philippe Bénéton y Rémi Brague, aseveran que la falsa Europa que se está edificando – y que estaría encarnada en la Unión Europea – es ‘utópica’, ‘tiránica’ y ‘desdeñosa’ con el discrepante. Así, al tiempo que ‘repudian las raíces cristianas’ y se afanan en ‘no ofender a los musulmanes’, los próceres de la falsa Europa ‘reprimen conscientemente el disenso en nombre de la libertad y de la tolerancia’.

Esta Europa que se rebela contra sus esencias contrasta, de acuerdo con los intelectuales, con la Europa real, la de las naciones, la cultura grecolatina y la herencia cristiana. Una Europa real que estaría en riesgo por factores endógenos antes que exógenos: ‘La mayor amenaza para el futuro de Europa no es ni el aventurismo ruso ni la inmigración musulmana. La verdadera Europa está en riesgo por la asfixiante presión que la falsa Europa ejerce sobre nuestras imaginaciones. Nuestras naciones y cultura están siendo vaciadas por ilusiones y autoengaños de lo que Europa es y debería ser’.

El estado-nación como ‘marca distintiva de Europa’

Un elemento fundamental de la Europa real es el estado-nación, esa ‘forma política que une personalidad con soberanía’ y que, de acuerdo con los filósofos firmantes de la Declaración de París, debe prevalecer en el tiempo frente a las ensoñaciones imperiales (véase Unión Europea). ‘La verdadera Europa es una comunidad de naciones. Tenemos nuestras lenguas, tradiciones y fronteras. Sin embargo, siempre hemos reconocido un parentesco común (…) El estado-nación se convirtió en el distintivo de la civilización europea’, reza el documento.

Asimismo, los pensadores que han participado en la redacción del manifiesto se oponen al proyecto de integración forzosa que está llevando a cabo la Unión Europea, así como reivindican, en contrapartida, el amor patriótico y una Europa de naciones que se autogobiernan: ‘No buscamos la unidad forzada e impuesta del imperio. Por el contrario, el cosmopolitismo europeo reconoce que el amor patriótico y la lealtad cívica abren a un mundo mayor’.

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El cristianismo como garante de la unidad cultural europea

Otro de los conceptos mollares de la Declaración de París es el de ‘cristianismo’. Así, de acuerdo con los académicos, ha sido la religión cristiana la que ha propiciado la unidad cultural europea; unidad cultural que también se fortalece con las particularidades de cada nación: ‘La verdadera Europa ha sido marcada por el cristianismo. El imperio espiritual universal de la Iglesia trajo la unidad cultural, pero lo hizo sin un imperio político’.

En esta línea, señalan la congruencia de que el declive de la fe cristiana en Europa haya precedido a ‘renovados esfuerzos por establecer una unidad política, un imperio de dinero y regulaciones, recubierto con sentimientos de universalismo pseudo-religioso, que está siendo construido por la Unión Europea’.

Otrosí, el documento remarca la vital importancia del cristianismo en la construcción del sistema moral y social europeo; sistema que no podría comprenderse sin esa religión nacida hace 2000 años. ‘Nuestras suaves virtudes proceden de una inconfundible herencia cristiana: justicia, compasión, misericordia, perdón, pacificación, caridad. El cristianismo revolucionó las relaciones entre hombres y mujeres, dando valor al amor y a la fidelidad mutua de un modo sin precedentes’, asevera el reivindicativo texto.

El multiculturalismo y la solución populista

Los pensadores que han redacto el Manifiesto de París demandan, asimismo, una integración de la inmigración islámica en los usos y costumbres de sus países de acogida, idea que las élites políticas y mediáticas europeas rechazan sin demasiadas contemplaciones: ‘Durante la pasada generación, Europa ha perseguido un gran proyecto de multiculturalismo. Pedir o promover la asimilación de los musulmanes recién llegados a nuestros usos y costumbres, y mucho menos a nuestra religión, ha sido considerado una enorme injusticia. Paradójicamente, la empresa multicultural europea, que niega las raíces cristianas de Europa, abusa del ideal cristiano de caridad universal de forma exagerada e insostenible’.

En esta línea, el documento no descarta que la derecha soberanista – motejada por el establishment de ‘extrema derecha populista’ – sea una solución a los problemas que hogaño padece el Viejo Continente: ‘Mucho de lo que hay en este fenómeno político puede representar una sana rebelión contra la tiranía de la falsa Europa, que etiqueta como antidemocrático cualquier amenaza a su monopolio sobre la legitimidad moral’.