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La mentira de los cigarrillos electrónicos

Por LAURA TARDÓN

Ni ayudan a dejar de fumar ni son inocuos. Hasta la fecha, no hay una sola evidencia científica seria que avale los cigarrillos electrónicos como herramienta para abandonar el tabaco. Sin embargo, sí se van sumando estudios sobre los efectos que podría tener su consumo en el organismo. Los últimos indican que producen alteraciones en las células pulmonares y que anulan el reflejo de la tos, lo que podría significar que incorporan entre sus componentes «algún tipo de anestésico local». Así lo exponen varios grupos de investigación en la Conferencia Internacional de la Sociedad Torácica Americana, que se celebra esta semana en Denver (Colorado).

Precisamente el reflejo de la tos aparece con el objetivo de proteger al sistema respiratorio superior de la entrada de material extraño. La irritación de las primeras caladas produce este efecto, que es el que trata de expulsar los tóxicos. Dados los resultados de uno de los trabajos que se acaban de presentar este domingo, algún tipo de anestésico local consigue anular este mecanismo de defensa. «También ocurre con el tabaco», señala Francisco Rodríguez Lozano, ex presidente del Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) y ahora presidente de la European Network for Smokins and Tobacco Prevention (ENSP). Enseguida los fumadores dejan de experimentar ese reflejo de tos. Existen varios trabajos que demuestran que los fumadores convencionales sufren una reducción progresiva de dicho efecto.

Por el contrario, aún no se había comprobado en consumidores de cigarrillos electrónicos. Ahora, un equipo de investigadores de la Escuela de Medicina de Albert Einstein y del Centro médico de Montefiore (Bronx, Nueva York) ha observado la disminución del reflejo de tos en 30 personas sanas y no vapeadoras. Se les expuso a la capsaicina, uno de los elementos incorporados en un e-líquido. Es un extracto de pimiento rojo picante y «se ha demostrado que induce de forma segura el reflejo de la tos«, explica Peter Dicpinigaitis, uno de los responsables del trabajo. Los participantes del estudio fueron expuestos a esta sustancia y conforme pasaban los minutos, «la sensibilidad del reflejo de la tos se redujo significativamente», aunque a las 24 horas este efecto se recuperaba. «Todavía tenemos que entender el significado clínico de estos resultados en la exposición aguda e investigar las consecuencias de la exposición crónica a los e-cigarrillos», advierte Dicpinigaitis.

Resultado de imagen para electronic cigarettesSustancias tóxicas escondidas

«A pesar de su popularidad, se sabe muy poco acerca de su efecto sobre el sistema respiratorio», señala Dicpinigaitis. Tampoco hay claridad sobre los componentes que incluye. «No hay mucho control de estos productos», matiza Rodríguez Lozano. «Mientras que las composiciones químicas y efectos negativos para la salud del humo de tabaco han sido bien estudiados, los cigarrillos electrónicos aún tienen que someterse al mismo nivel de escrutinio», argumenta Daniel Sullivan, médico de la Universidad de Alabama y autor de otro estudio presentado en la conferencia de la Sociedad Americana Torácica. En dicho trabajo, Sullivan y su equipo han encontrado diferencias en la composición química y mecánica de los e-cigarrillos. Observaron, por ejemplo, acroleína, un irritante asociado con mayores probabilidades de sufrir cáncer de pulmón; acetaldehído, que además de conllevar el mismo riesgo, incrementa la adicción; y el formaldehído, otro carcinógeno conocido. En algunos casos, puntualizan el investigador, «los niveles de este elemento eran comparables a los vistos en los cigarrillos del tabaco».

La formación de estas sustancias químicas se correlaciona con el glicerol, comúnmente utilizado como disolvente de nicotina en los cigarrillos electrónicos. Además, el análisis mostró alteración de la actividad de la enzima ofLTA4H, implicada en la inflamación pulmonar. «Nuestros resultados ponen de manifiesto que los cigarrillos electrónicos incluyen sustancias tóxicas para la salud humana«. Dados los datos, «convendría establecer un escrutinio más cuidadoso y regular la estandarización de los componentes de estos dispositivos ampliamente utilizados».

«Puede que no tengan alquitrán ni monóxido de carbono, pero está claro que los cigarrillos electrónicos tienen otras sustancias tóxicas que no son inocuas», subraya Rodríguez Lozano. «No sabemos con certeza lo que producen», pero los estudios que se van realizando van hablando de alteraciones en las células pulmonares y efecto sobre el tejido cardiovascular. Esta última consecuencia se debe a la nicotina, incluida en la gran mayoría de los cigarrillos electrónicos, aunque no lo especifiquen, señalan los expertos.Resultado de imagen para electronic cigarettes

No es un medicamento

A las repercusiones sobre la salud se suma que vapear aumenta el riesgo de la introducción de la conducta de fumar, sobre todo con los sabores y especialmente en la población más joven. Un estudio publicado hace un par de meses en la revista American Journal of Public Health confirmaba que los cigarrillos electrónicos, lejos de ayudar a dejar de fumar, enganchan aún más que los clásicos.

El tercer trabajo (un metaanálisis de 22 estudios) presentado en Denver sentencia a los e-cigars en el mismo sentido. Un equipo de científicos de la Universidad de Toronto afirma, una vez más, que no hay evidencia veraz sobre su papel para dejar de fumar. «Aunque se ha demostrado que los cigarrillos electrónicos facilitan la abstinencia durante el primer mes, no existen datos sobre su eficacia a largo plazo», afirma el autor principal, Riyad al-Lehebi.

De la misma opinión es Rodríguez Lozano: «No existen estudios a largo plazo, independientes, amplios, contrastados y cuyos resultados se repitan. Por eso, «la OMS desaconseja recomendar el cigarrillo electrónico como estrategia para dejar de fumar. No se pueden considerar medicamento».

La Asociación Nacional del Cigarrillo Electrónico (ANCE) reconoce que «el cigarrillo electrónico es un producto dirigido exclusivamente al fumador […] No es para dejar de fumar, sino una alternativa al tabaco dirigida exclusivamente al fumador adulto». No obstante, aunque errónea, la idea que impera es la contraria.

Mientras no se demuestre su eficacia y seguridad, añaden los expertos, hay otras opciones aprobadas para abandonar el tabaco». Rodríguez Lozano señala algunas: la terapia de reemplazo de la nicotina (chicles, parches e inhaladores) y medicamentos que son eficaces, pero siempre con la supervisión de un médico, que será quien deba valorar cada caso.

El efecto de dejar de fumar
Además de recuperar su olfato, dejar de fumar reduce el riesgo de sufrir problemas cardiovasculares y cáncer de pulmón significativamente. Ahora un estudio publicado en la revista Neuropsychopharmacology desvela también algunos cambios cerebrales. Según un equipo de científicos de la Universidad de Duke, cuando un fumador logra abandonar el tabaco con éxito, la conectividad entre ciertas regiones de su cerebro mejora, en comparación con quienes no han conseguido mantener dicha abstinencia. Esta es la conclusión que relata el artículo después de que los investigadores analizaran las imágenes por resonancia magnética de 85 personas. La prueba se realizó un mes antes del intento de dejar de fumar e hicieron un seguimiento de 10 semanas. Un total de 41 participantes recayeron. El resto consiguió su objetivo con éxito. Comparando imágenes, los científicos observaron mejor sincronía entre la ínsula (el origen de los impulsos y deseos) y la corteza somatosensorial (fundamental para el sentido del tacto y el control motor) en quienes superaron la adicción. «La ínsula envía mensajes a otras partes del cerebro para coger el cigarrillo», expone Merideth Addicott, profesor asistente de la Universidad de Duke y autor principal del estudio. Esta parte de la corteza cerebral ha sido objeto de muchos estudios que demuestran que está activa cuando los fumadores ansían tabaco. Otros estudios han encontrado que los fumadores que sufren daños en la ínsula parecen perder espontáneamente interés en fumar. «Hay un acuerdo general sobre el papel de la ínsula en el consumo de tabaco», argumenta Addicott. Convendría indagar en «intervenciones para modular esta parte de la corteza cerebral» y facilitar así el abandono del tabaco. Quizás, «si somos capaces de aumentar la conectividad entre ínsula y corteza somatosensorial en los fumadores», les ayudaría a conseguirlo, apuntan los responsables del tabaco. Probablemente a través de métodos como el neurofeedback y la estimulación genética transcraneal, utilizados ya para mejorar la depresión, por ejemplo.

Fotografía: Nam Y. Huh
Fuente: elmundo

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