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Psicología del terrorismo: qué le pasa al cerebro después de un atentado

El ser testigo de un evento tan dramático hace que el miedo se propague como un virus entre los miembros de la sociedad. Cuáles son las reacciones más comunes a partir de ese día después.

Se cumplió el décimoquinto aniversario de la caída de las torres gemelas
Se cumplió el décimoquinto aniversario de la caída de las torres gemelas

Hubo un antes y después innegable a partir del 11 de septiembre de 2001. A las 8:45 de aquel día, un avión de American Airlines se estrelló contra la Torre Norte del World Trade Center. Solo dieciocho minutos pasaron para que, de la misma manera, otro avión derribara la Torre Sur.  Hace pocos días se cumplió el décimoquinto aniversario y las imágenes, aún hoy, impactan por su contenido casi cinematográfico.

Pero no fue el único atentado a gran escala. Más cerca en el tiempo se recuerda el bombardeo en la maratón de Boston, la masacre de París, el tiroteo en la discoteca de Orlando, entre otros. Una vez que la bomba se activa o el gatillo se jala, el miedo y el terror se apoderan de la escena.

El miedo paraliza, se suele escuchar. El paso del tiempo funciona como el único calmante, pero la huella que deja la supervivencia a un ataque terrorista no se olvida fácilmente. Un informe publicado en 2013 reveló que el 15% de los norteamericanos había pensado en la posibilidad de un ataque terrorista en algún momento de la semana de la realización de la encuesta. Lo que llamó la atención de los investigadores fue la comparación con otro número: sólo un 10% había pensando en la hospitalización por un potencial crimen violento, cuando estos hechos ocurren cotidianamente.

En 2013, el 15% de los norteamericanos seguía pensado en la posibilidad de un ataque terrorista

Según contó el psicólogo español Eparquio Delgado, el impacto que causa el terrorismo traspasa al número de víctimas porque el daño psicológico que genera a nivel social es incalculable. «Afecta a toda la población, ya que puede infundir miedo, especialmente para quien está más cerca del suceso o para quien es más vulnerable y lo observa», señaló después de los atentados ocurridos en Bruselas en marzo, cuando murieron 35 personas en el aeropuerto y la red de subtes, a manos de talibanes islámicos.

La primera reacción que surge después de un hecho de tal magnitud es el rechazo en forma generalizada al grupo que lo perpetró. Los atentados transforman a los extranjeros en «sospechosos». De acuerdo a Mina Cikara, neurocientífica de Harvard, se produce una distinción muy fuerte entre «nosotros» y «ellos» que desencadena en casos de discriminación severos. Por ejemplo, marca el ejemplo de los refugiados sirios, que son blancos de estigmatización porque, en el imaginario colectivo, el musulmán va de la mano con el terrorismo.

Además, el cerebro tiende a sobredimensionar la amenaza extranjera cuando está sugestionado por el miedo. Una investigación en 2012 preguntó a estadounidenses por la distancia que separaba su territorio de la frontera mexicana. La respuesta presentó un vínculo peculiar: aquellos que vivían más cerca de la zona limítrofe eran los que presentaban una mayor animosidad contra su país vecino.

El cerebro tiende a sobredimensionar la amenaza extranjera cuando está sugestionado por el miedo.
El cerebro tiende a sobredimensionar la amenaza extranjera cuando está sugestionado por el miedo.

Habitualmente, el miedo conduce a malas decisiones. La mente del temeroso está inundada de pesimismo, siempre latente a que lo peor esté a punto de suceder. «El miedo hace que aumente la percepción del riesgo en todas partes», indicó Deborah Small, psicóloga de la Universidad de Pensilvania. «Cuando el comportamiento es de precaución, se le da prioridad a la seguridad sobre la libertad personal», agregó.

A su vez, el temor esconde respuestas irracionales. Después del atentado a las torres gemelas, hubo un miedo comprensible a volar. Sin embargo, con la contabilización de los ataques terroristas, el avión era aún mucho más seguro que emprender un viaje en coche y ese rechazo se mantuvo durante una década. Según una encuesta de 2011 -10 años después del ataque- un 24% de los consultados aseguró continuar con miedo a subirse a un avión.

«No hay forma de quitarse ese miedo ya que el miedo no se elige -comentó Delgado-. Lo que sí se puede hacer es racionalizar la situación y valorar el riesgo real, y así convertir ese miedo en un temor mucho más aceptable». El paso del tiempo es la única solución para la disminución de los síntomas postraumáticos que se presentan después un suceso tan trascendental. «Es difícil para las personas tomar decisiones bien fundamentadas cuando la respuesta emocional es tan fuerte. Esto es probablemente un mejor asesoramiento de tratar de lograr que los ciudadanos promedio puedan digerir la información estadística en las consecuencias de un ataque terrorista», concluyó Small.

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