¡Respetar la fe!

Seamos ateos o no, debemos respetar el hecho de que los demás hayan escogido como sustento de su vida determinada condición espiritual o algún tipo de credo. Cada creencia, así nos parezca absurda, merece un mínimo grado de tolerancia.

Tener una creencia en particular, más allá del fanatismo, es potestad de quien la profesa. Y en esa forma de pensar no hay que involucrar a terceros, sobre todo cuando esos ‘otros’ no desean participar de dicha filosofía.

Independientemente de nuestras posiciones personales, debemos respetar todas las posturas sobre el camino espiritual que hayan elegido los demás.

Eso no me lo estoy inventando hoy. De hecho, esa es la esencia de dos hermosas palabras de nuestro lenguaje: Respeto y Tolerancia.

Además, quienes redactaron los derechos humanos, en esas líneas dejaron claro que cada quien tiene libertad de pensamiento y de conciencia.

Eso también incluye la decisión de seguir una doctrina, así como el ser libre de manifestar su religión individual y colectivamente, tanto en público como en privado.

¡Nadie es más que otro!

Si bien estamos en mora de trabajar juntos para fomentar el respeto por las diferencias, yo no puedo pretender burlarme de alguien porque profese determinada práctica religiosa.

Ese concepto está claro, pero aún así es preciso ir con mucha cautela. Lo digo porque los extremos, como todos los excesos, se la pasan recurriendo a ‘proselitismos’ desfasados para imponer o arrebatar conceptos sobre la fe de la gente.

Respetemos a los que sean diferentes a nosotros. Que se crea o no en Dios no puede ser una pretensión para reducir a alguien al silencio, ni mucho menos para marginarlo. Tampoco es una excusa para sacarles dinero a los incautos o para ‘bombardearlos’ con nuestras formas de pensar.

La fe no se impone, ella se siente. Nadie puede de un modo arbitrario criticar las convicciones de los demás creyentes, ni tampoco ignorar la riqueza de las tradiciones religiosas.

Si no se es respetuoso de lo que la gente piensa sobre su Dios, se fomenta el resentimiento religioso.

Tal vez por eso durante los últimos años hemos visto episodios o desenlaces fanáticos y trágicos en el mundo, en donde se mata en nombre de la fe.

Yo no me preocupo porque existan muchas religiones. Eso es normal, entre otras cosas, porque hay distintas culturas. Tal vez la clave sería encontrar entre todas ellas una estrategia que coincida en el objetivo principal de cualquier individuo, que es el de ser buena persona y, por ende, estar dispuesto a ayudar a los demás.

Usted puede tener su propia comprensión de Dios, sin que por ello tenga que imponérselas a los demás. Tampoco se puede enojar porque los demás no avalen su tesis.

Aunque algunas opiniones puedan ser muy similares o contrapuestas, el hecho de querer plantear una relación con Dios es una búsqueda muy personal; es decir, cada quien la debe hacer por su propia cuenta.

La oración

Elevar una plegaria al cielo toma una particular relevancia durante los momentos de necesidad.

Tal vez por eso muchos tienen una idea errónea de que la oración es un vehículo para cumplir deseos de una forma automática.

Realmente, en la oración no se trata de ‘pedir’ a Dios que resuelva todos sus problemas. La solicitud que se hace, de manera sencilla, es que usted pueda ‘embadurnarse’ de fuerzas para enfrentar cualquier vicisitud.

Orar es el más poderoso instrumento para vencer el dolor y para desterrar los dramas personales de la vida cotidiana.

Además, las oraciones no tienen fecha de vencimiento. Aunque piense que sus palabras caen en el vacío, no es así. Cada frase que pronuncie tiene un efecto revitalizador en su mente, sin contar que actúa como un bálsamo.

Orar es propio del ser humano. ¿Sabía usted que un ateo también puede orar? Solo porque alguien no crea en Dios, no significa que no pueda hacerlo.

Cuando alguien que dice ser ateo realiza un acto que beneficia a la comunidad, está orando.

Lo digo porque rezar no es una acción sencillamente simbólica, ni un ejercicio para repetir frases como ‘lora borracha’.

Cada día regálese unos minutos para pensar en las cosas de su vida, por lo que ha hecho y, sobre todo, para dar gracias por lo que hoy tiene.

La reflexión le ayudará a conectarse con su espiritualidad de una manera reconfortante.

¡Dios lo bendiga!

http://www.vanguardia.com/entretenimiento/espiritualidad/370188-respetar-la-fe

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