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Una de las guerras más largas de la historia duró 335 años y fue de risa

¿Puede ser considerada una verdadera guerra un conflicto bélico olvidado de más de tres siglos en el que no se dio ni un triste puñetazo?

Resulta difícil pensar en un record que se pueda considerar más lamentable que el de las guerras de mayor duración en la historia de la humanidad, aquellas que sembraron territorios de muerte, destrucción y lo que estas traen aparejadas, como suicidios colectivos o la propagación de enfermedades infecciosas, a lo largo de mucho tiempo. Sin embargo, no todas las guerras han sido causa de estas calamidades, y el conflicto bélico al que vamos a referirnos aquí resultó tan ridículo que ni siquiera habría que tratarlo de tal: fue la Guerra de los 335 años entre los Países Bajos y las Islas Sorlingas, declarada en 1651 y acabada oficialmente nada menos que en 1986.

Tres siglos y pico sin un solo tiro
En el contexto de las Guerras Civiles Inglesas, que enfrentó durante casi una década transcurrida entre 1642 y 1651 a los realistas partidarios de Carlos I y II y a los parlamentarios encabezados por Oliver Cromwell, este y los suyos tenían acorralados a los primeros en las Islas Sorlingas, en el extremo occidental del condado de Cornualles, que estaban bajo el dominio de Sir John Grenville.

Por su parte, los Países Bajos deseaban mantener la alianza que habían forjado con Inglaterra durante la Guerra de los Ochenta años, librada entre 1568 y 1648 y que terminó con su independencia de España tras el Tratado de Münster, y escogieron a quienes se veía claramente como vencedores del conflicto, es decir, los parlamentarios de Cromwell. Así que en esto andaban, y resulta que la flota neerlandesa resultó muy dañada en sus enfrentamientos con la realista; y en marzo de 1651, el almirante neerlandés Maarten Harpertszoon arribó a las Sorlingas y se le ocurrió reclamarle a los realistas por los daños sufridos en sus embarcaciones y los saqueos de que habían sido víctimas.

Como era de esperar, no les hicieron el menor caso, por lo cual y ya que el resto de Inglaterra estaba bajo el control de los parlamentarios, se supone que los neerlandeses les declararon la guerra en abril sólo a las Islas Sorlingas. En junio, los parlamentarios, con el almirante Robert Blake a la cabeza, forzaron la rendición de los realistas, y los neerlandeses debieron retirarse sin haber disparado ni una bala de cañón; si acaso, tras algún insulto que otro.

Pero como la situación bélica era un tanto desconcertante, pues la declaración de guerra la había hecho todo un reino a una pequeña zona de otro, a nadie se le pasó por la cabeza declarar la paz, y un imaginario estado de guerra continuó vigente hasta que el historiador Roy Duncan mantuvo cierta correspondencia con la Embajada de los Países Bajos en 1985 para averiguar si era cierto que aún seguían en guerra con las Sorlingas, y tras la absurda confirmación, el embajador neerlandés Jonkheer Rein Huydecoper se presentó en las islas a petición de Duncan en abril de 1986 y allí firmaron un inútil tratado de paz.

Sin embargo, personas como el autor historiográfico Graeme Donald afirman que, en realidad, no hubo tal guerra ni se podía suscribir ningún acuerdo de paz por el propio hecho de que el conflicto no era entre dos estados; y su colega R.L. Bowley asegura que, de haber algún asunto pendiente, se habría resuelto con el tratado de 1654 entre Inglaterra y los Países Bajos tras la Primera Guerra Angloneerlandesa.

Quede claro, entonces, que hablamos de esta guerra como una de las más largas de la historia desde una concepción muy laxa; aunque no tanto como la que llevó a la firma del tratado de paz entre Roma y la actual ciudad de Túnez, donde se encontraba la antigua Cartago, para poner fin a las Guerras Púnicas en 1985, tras 2.248 años de su arranque, como si antes de Cristo estos enfrentamientos terminaran con un: “Eche una firmita aquí, por favor”. El siglo XVII era otro cantar, aunque eso no hace menos risible la larguísima y dudosa Guerra de los 335 años sin un solo tiro.

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