Inti, el dios peruano, el sol peruano, es una deidad que como el sol mismo ha absorbido gravitacionalmente a otros dioses.

 

Ha engullido al dios de la creación, Viracocha. Inti es quien arroja luz sobre la vida, el padre de los incas. Y los incas, por cierto, son una cultura original; es decir, no vienen de otra cultura, como muchas otras, sino de ellos mismos, y tienen a un dios solar que no es de nadie más que de ellos. Y lo mismo sucede con los egipcios: ellos también son una cultura compleja y primigénea que, por supuesto, tiene un dios del sol: Ra. El dios Ra es inconfundible, pero sobre todo se reconoce al mediodía, cuando los rayos apremian sobre las márgenes del desierto africano del Sahara, cuando la fuerza está en el zenit y nadie puede esconderse del esplendor divino de Ra, quien, dueño del horizonte, es asociado a los halcones, sus emisarios ópticos. Y es que, como tal, los egipcios creen en el poder del ojo de los halcones, capaces de vislumbrar todo desde las alturas. El halcón es la contraparte femenina del dios. Para los egipcios, el ojo del halcón es el otro ojo. Así, mientras el ojo del sol quema y es poderoso, el ojo del halcón es sutil y vivaz. Y algo similar sucede con Tonatiuh, dios del sol de otra cultura primigénea: los aztecas.

Tonatiuh es el líder del cielo, el quinto sol, uno de los más importantes, director de orquesta del calendario azteca. También conocido como piedra del sol. Vamos, el sol no es broma, a él nos debemos. Esto lo tuvieron claro todas las civilizaciones del planeta, tal cual lo hizo la maya, con su dios Kinich Ahau, quien tenía la forma de un hombre con gran nariz. El dios Ahau es, además, el gobernante del universo. Dueño de las luces y sombras que delimitan los espacios de la creación. Considerando que la Riviera Maya es un lugar que otrora estuvo dominado por una civilización mística y observadora, el Ahau Tulum es un hotel que está diseñado para honrar esa historia y respetar la naturaleza. De hecho, el compromiso ambiental del hotel es algo que se refrenda constantemente en ese paradisiaco lugar.

Su sistema de riego está basado en el agua pluvial, misma que almacenan mediante un sistema de capción, así como en las aguas grises de lavabos y regaderas, que limpian mediante un sistema de filtros. Así, los verdes jardines están vivos de la manera más fresca posible. El agua se calienta en este lugar gracias a la energía solar y del viento. Los baños están diseñados con un sistema de compostas. En este hotel se pretende imitar a la naturaleza. La comida se produce ahí mismo, o, en su defecto, se compra en los mercados locales. En el Ahau Tulum puede experimentarse una espiritualidad trascendente, sobre todo en un futuro muy próximo, cuando comiencen los programas de retiro, en los que habrá talleres en los cuales se comparta información respecto a la naturaleza, así como en torno a las creaciones artísticas. Pero de cualquier modo no hay que esperarse a los retiros, ya que el cuerpo y el espíritu siempre pueden estar trabajando.

Ahau Tulum también tiene un spa en el que se ofrecen masajes y clases privadas de yoga. Cuando uno camina por la playa del hotel puede ver cómo de entre las copas de algunos árboles sobresalen los techos de las rústicas chozas, y así se puede ‘palpar’ el diálogo intermitente entre la arquitectura y la naturaleza del lugar. Mientras el viento golpea amablemente el follaje de ambas construcciones, la natural y la articifial, uno puede caminar un poco sobre la arena y postrarse en una hamaca para esperar el atardecer.

El hotel está acondicionado con lo elemental y con eso no solo me refiero a las sillas de madera en la playa, a las mesas, a las hamacas amarradas con mecate, sino a los elementos rústicos que conviven cotidianamente con el lugar, pero que permiten tener un alto nivel de comodidad. Por eso se puede hacer una fogata fácilmente y sentir que se está en una atmósfera totalmente agreste, pero sentarse en un cómodo tablón de madera barnizada. Lo mismo se puede tomar un baño delicioso en el mar y después ir a la cabaña para sentir cómo el agua de la regadera se lleva la arena del cuerpo, para luego cenar como se debe. El Ahau Tulum es un lugar cosmopolita en el que cabe todo mundo, ya que su ambiente natural nos recuerda que menos es más. De hecho, los fundadores de este sitio, son de muchas partes del planeta. De ahí que el balance que puede encontrarse en este hotel sea plural. Estar en Ahau Tulum es visitar una burbuja del tamaño del mundo; una burbuja verdiazul, de la que nunca se quiere salir.