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¿Por qué es tan importante conservar la biodiversidad?

Actualmente existen cuatro principales problemas ambientales globales: la reducción de la biodiversidad, el calentamiento global, la contaminación de los recursos y la reducción del agua dulce. En esta ocasión hablaremos del primero de ellos.

¿Qué es la biodiversidad?

El término biodiversidad, acuñado por el biólogo norteamericano Edward O. Wilson en 1988 para denominar la variedad biológica de una determinada zona del planeta, puede parecer lejano y poco importante para la vida cotidiana de los ciudadanos; sin embargo, se trata de un concepto esencial para la evolución de la vida y de la supervivencia de los seres que poblamos la Tierra.

En su más básica acepción, la biodiversidad puede ser definida como la variedad de la vida. El concepto de biodiversidad es simple: es el total de la suma de toda la variación biótica, desde los genes hasta los ecosistemas. Para los científicos R. Dirzo y P. Raven, “es el total de la suma de todas las plantas, animales, hongos y microorganismos en la Tierra”.

¿Cuántas especies hay?

De acuerdo a E. O. Wilson, la productividad agrícola y la salud humana dependerá de la actividad de la gran diversidad de la biota natural, compuesta por unos 10 millones de especies de plantas y animales que habitan el mundo, donde aproximadamente la mitad de su superficie está dedicada a la agricultura, una quinta parte es de bosques comerciales y la cuarta parte está ocupada por los asentamientos humanos, por lo que resta solo un 5% de manejo y zonas deshabitadas.

Causas de la deforestación

A pesar de la preocupación mundial por la degradación del hábitat en la zona tropical, la deforestación en los países tropicales sigue sin disminuir. Las causas subyacentes de la deforestación son, sin embargo, pobremente entendidas. Algunos investigadores examinaron la correlación entre la deforestación en la zona tropical a través de catorce variables socioeconómicas, las que fueron agrupadas en cinco categorías: demografía poblacional, indicadores económicos, extracción de productos forestales, modelos de uso de la tierra y uso de energía, demostrando que las correlaciones más significativas de la deforestación varían de región a región. Los resultados mostraron que en América Latina y Asia el cambio de uso de las tierras, la densidad de la población y la deuda externa per cápita fueron los factores más importantes que influyen en la deforestación. En África, la densidad de población fue más importante que la deuda externa, seguida por el área de tierra cultivable.

Sin embargo, otro método de análisis reveló que en África la densidad de población tiene el mayor efecto, en Asia el área de tierra cultivada y en América Latina la cantidad de ganado.

La velocidad a la cual el bosque tropical1 se pierde es de aproximadamente 1% por año. Algunos autores afirman que alrededor de 80% del total de 20 millones de hectáreas/año de la deforestación global se debe a la conversión de bosques en tierras agrícolas. En la actualidad, aproximadamente 150 especies por día están siendo exterminadas. Según un informe de la Agencia de Medio Ambiente norteamericana, las proyecciones a largo plazo auguran que la destrucción afectará en el año 2050 a casi la mitad del patrimonio natural que hoy existe en el planeta.

¿Cuánto cuesta la biodiversidad?

La destrucción de los ecosistemas tiene consecuencias tales como la alteración del clima, las inundaciones, la pérdida de recursos y materias primas y los daños en los núcleos urbanos y en las cosechas.

Para convencer a los gobiernos de la necesidad de conservar el medio ambiente, numerosos ecólogos y economistas intentan ponerle un precio. El más famoso intento de dar un valor económico a los servicios de la naturaleza es el que realizó en 1997 un equipo de investigadores dirigido por Robert Costanza y publicado en la prestigiosa revista inglesa Nature; el trabajo estimaba esos servicios en una cifra media de 33 billones de dólares anuales, “una cantidad mayor que el producto nacional combinado de todas las economías del mundo”. Como servicios de la naturaleza se consideran –y así los incluye Costanza en el estudio– la polinización (la fecundación de plantas y árboles frutales por insectos como las abejas), la provisión de materias primas y alimentos (madera de los bosques, pesca…), la regulación de la temperatura y el clima que ejercen los océanos y bosques y los servicios culturales o de recreo, esto es, espacios naturales de descanso o ecoturismo, entre muchos otros.

Los mismos investigadores estimaron el valor económico actual de diecisiete servicios de los ecosistemas para dieciséis biomas sobre la base de los estudios publicados y algunos cálculos originales, hallando una participación de los ecosistemas marinos en 65% y de los ecosistemas terrestres en 35%. Sin embargo, los usos culturales y recreativos de la naturaleza son aún más valiosos. El valor estimado de las medicinas basadas en plantas asciende a 84 mil millones de dólares anuales, pero 500 mil millones de dólares el ecoturismo. Por otra parte, se utilizan hasta 20 mil especies distintas para producir todo tipo de medicamentos, según el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos; en efecto, más de 70% de los medicamentos se encuentra en especies de la selva tropical, desde la penicilina, la quinina, la morfina o la aspirina, hasta productos contra determinados tipos de cáncer.

¿Cómo podemos conservar las especies a un menor costo?

Una manera prometedora es identificar los hotspots (focos rojos) de biodiversidad, donde las concentraciones excepcionales de especies endémicas están sufriendo una pérdida excepcional de hábitat (70% o más). Los límites de estos focos rojos han sido determinados por sus similitudes biológicas. Cada una de las áreas presenta una biota separada o una comunidad de especies que encaja, como una unidad biogeográfica. El criterio requiere que un foco rojo contenga al menos 0.5% de las especies endémicas de todas las especies de las plantas en el mundo, con un total de 25. Dieciséis focos rojos se hallan en los trópicos –que en gran parte incluyen a los países en vías de desarrollo–, donde las amenazas son más grandes y los recursos para conservación son más escasos. M. A. Fernández sintetiza:

Han pasado unos dieciocho años desde que se constataron las consecuencias negativas producidas por la acción humana contra la biodiversidad y el desarrollo sostenible. El Convenio sobre Biodiversidad de Río de Janeiro, firmado en 1992 por 188 países –con la importante excepción de Estados Unidos–, y diez años más tarde, la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo, establecían que la comunidad internacional se comprometía a “reducir significativamente” la pérdida de biodiversidad hasta 2010. Sin embargo, a pesar de las numerosas declaraciones institucionales, reuniones y congresos, la biodiversidad sigue sin contar en las agendas de los responsables gubernamentales.
Por ello, se exige ya la creación de un mecanismo internacional que incluya a expertos y responsables políticos que consideren a la biodiversidad en el mismo nivel que se concede al cambio climático, de manera que se invierta en investigaciones para aumentar el conocimiento y la protección de la biodiversidad.

Por su parte, los consumidores son una parte importante en este proceso puesto que la sensibilización por el deterioro del medio ambiente les debe llevar a tomar acciones ecológicas en su vida cotidiana. Reducir, reutilizar y reciclar; evitar comprar productos que contengan sustancias nocivas para el medio ambiente o que se hayan obtenido o creado de manera antiecológica, o hacer un consumo energético racional, son algunos de los consejos ecologistas básicos que deberían estar en nuestras mentes para conservar la biodiversidad y, en definitiva, para conservar nuestro presente y futuro.

FUENTE: https://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol24num3/articulos/biodiv/

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