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Días azules

Llevo más de nueve horas nadando y tengo frío. Los hombros me pesan mucho. Desde hace más de tres horas he tragado agua cada vez que giro la cabeza para respirar. Me duele la garganta. La lengua se me ha hinchado a causa de la sal. Los ojos me arden debido al agua de mar que se filtra en los goggles. Faltan un par de minutos para detenerme a tomar la hidratación de cada media hora que me dará energía para seguir nadando. Trato de mantener la mente tranquila. Pienso en la frase que me he repetido durante todo el nado: “Inhalo, tengo fe; exhalo, estoy en paz”. Me estoy esforzando para nadar de manera eficiente, generando calor para no caer en la hipotermia. No sé si podré continuar, estoy al límite.

El Canal de La Mancha separa a Francia y a Bélgica de Inglaterra. En su parte más estrecha hay 33 kilómetros en línea recta. Cruzar este estrecho ha sido significativo para la navegación, para el comercio, para la política e inclusive para el deporte. En 1875, el capitán Mathew Webb cruzó a nado por primera vez el Canal de La Mancha y desde entonces un sinnúmero de personas lo ha intentado.

Gertrude Ederle fue la primera mujer en cruzar el Canal de La Mancha en 1926. Se considera el Everest de los nadadores de gran fondo. Menos de treinta mexicanos lo han cruzado a nado, de manera individual. De ellos, menos del cincuenta por ciento son mujeres. Muy pocos lo hacen para ayudar a otros. Yo soy una de esas mujeres y estando al límite, muerta de frío y cansancio, a punto de hundir mi sueño, decidí nadar media hora más.

¡Crucé el Canal de La Mancha nadando! Todos los seres humanos soñamos pero no todos lo hacemos de la misma forma; unos sueñan en la profundidad de la noche mientras descansan, y al despertar se dan cuenta de que sus sueños se han desvanecido; otros lo hacemos con los ojos abiertos, venciendo obstáculos cada día para hacer nuestros sueños realidad.

Mucha gente piensa que al terminar el nado en la costa francesa, al nadador lo están esperando en la playa a la que llegó con bebidas calientes y cobijas. En realidad, las cosas son muy diferentes. Hay que volver a la embarcación guía para regresar a Dover.

¡No podía dar una brazada más y me estaba congelando! ¿Qué no podía acercarse la embarcación? No me creí capaz de hacerlo, pensé que ya había dejado en el mar mi resto, el último esfuerzo que me quedaba lo había puesto a prueba para poder llegar a Calais y, sin embargo, no había otra opción.

¡Estaba tan frío! No sé cuánto tiempo me llevó nadar de regreso a la embarcación, veinte minutos, media hora, no lo sé; solo recuerdo que nadaba como de pecho porque las mucosas de mi boca me ardían mucho y ya no quería sumergir la cabeza. Empecé a tener arcadas de náuseas y tenía el estómago muy irritado, con retortijones fuertes que me impedían nadar y hacían que me detuviera a cada momento. Esta vez ya no podía, quería flotar y no hacer esfuerzo. ¡Me sentía tan mal!

Al llegar a la embarcación me pude subir por la escalerilla yo sola y sentí un abrazo grande y fuerte. Todos me abrazaron y me felicitaron. Ya con ropa seca y envuelta en mi chamarra y una manta seguía temblando, habían sido muchas horas en el agua fría. Temblaba sin control y comencé a sentirme tan mal que las cuatro horas que nos tomó regresar a Dover las tengo borradas de mi memoria.

Había nadado el Canal de La Mancha, pero mi mente aun no registraba totalmente la hazaña que acababa de realizar. Era necesario dejar pasar un tiempo para que esa experiencia cobrara su valor real. Esa madrugada no pude dormir, pero descansé y traté de visualizar todo lo que había pasado. Me arreglé para ir a una cita que tenía acordada desde hacía mucho tiempo en el pub White Horse a las cinco de la tarde.

En cuanto entré a la cantina inglesa, la gente que estaba dentro volteó a verme y muchos se pararon y vinieron a mí para felicitarme. ¡Todos sabían que yo, una mexicana, lo había logrado! Los meseros y las personas que atendían el lugar, los clientes habitua-les que vivían en Dover y los turistas estaban ahí esperando que yo entrara para celebrar conmigo mi cruce a nado del Canal de La Mancha.

Incluso Christian Hübner, nadador alemán, me felicitó y me dio la bienvenida al Force Five Club. Me explicó que es el club de nadadores que han nadado en Fuerza de Viento 5 el Canal de La Mancha. ¡Entendí de inmediato, yo sé lo que es nadar en esas condiciones, una licuadora acuática!

Dice la leyenda que solamente aquellos nadadores que cruzan de manera exitosa el Canal de La Mancha pueden entrar al White Horse a celebrar y tienen derecho a escribir su nombre en la pared para así inmortalizar su hazaña. Yo no sé si mi cruce podría calificarse como hazaña, pero sí sé que los años que viva lo voy a recordar como una aventura extraordinaria. El tiempo hará su trabajo y le dará su verdadero valor, y yo lo voy a celebrar con la vida de cada uno de los pequeños que han sido tratados médicamente con cirugía para corregir labio y paladar hendido, y de esta manera, devolverles su sonrisa.

En este cruce no solo nadé 57 kilómetros para llegar de la costa inglesa a la costa francesa y con eso 57 cirugías para niños con labio y/o paladar hendido. Aprendí a tejer y trenzar, dejé de ser un hilo suelto para formar parte de un tejido que ha logrado transformar la vida de muchas personas. Las cirugías comenzaron a realizarse a partir de enero de 2012 y hasta el día de hoy sigo celebrando esta aventura que ha hecho posible la sonrisa de muchos niños.

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