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Cuando la música revolucionó al mundo

Cuando oí por primera vez la canción ‘American Woman’ del grupo Guess Who, realmente me desconcertó porque parecía un rechazo afectivo de un hijo hacia su madre. Entonces escuché con más detenimiento su letra, que decía: “Mujer americana, aléjate de mí/ ¡mamá, déjame vivir!/ no quiero ver tus armas de guerra/ (…) ¡No has sido buena conmigo!” Era evidente que se trataba de un reclamo hacia la madre Patria, concretamente al entonces Presidente de los Estados Unidos, Richard Nixon, y al decisivo impulso que le había dado a la guerra de Vietnam en la que murieron miles de jóvenes norteamericanos.

Años antes, cuando el Presidente John F. Kennedy dio la noticia de que su gobierno se involucraría más en esta guerra del sudoeste asiático, surgieron de inmediato canciones de protesta, como aquellas melodías inolvidables de Pete Seeger y Lee Hays: ‘If I had a Hammer’, en la que los compositores decían que irían por todos los rincones de la Unión Americana promoviendo la paz, la libertad y la justicia. Otras melodías con contenidos similares fueron: ‘Where have all the Flowers Gone’, también de Pete Seeger, o la del célebre trío Peter, Paul and Mary que relanzó una melodía tradicional, titulada ‘The Cruel War’.

Simultáneamente continuaba la Guerra Fría entre la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.) y los Estados Unidos. Pero hubo un hecho que detonó la alarma mundial: el 14 de octubre de 1962, un avión americano que sobrevolaba el territorio cubano fotografió varias rampas de lo que parecían misiles nucleares. Casi al mismo tiempo se descubrió que varios barcos rusos se dirigían por el Atlántico hacia la isla caribeña, gobernada por Fidel Castro, para proporcionarles más misiles. La tensión internacional fue enorme. Yo era apenas un chiquillo de primaria pero recuerdo perfectamente el reportaje que publicó la revista Life, denunciando este hecho con reveladoras fotografías, y los comentarios de muchas personas mayores que aseguraban: “Es inminente una guerra nuclear”.

En ese contexto, el cantautor Bob Dylan grabó su canción ‘A Hard Rain’s A-Gonna Fall’, cuya poesía musicalizada decía: “¿Y qué has oído, hijo de mis entrañas?/ ¿Y qué has oído, niña de mis ojos?/ Oí la advertencia en el rugido del trueno/ Oí el fragor de una ola capaz de anegar al mundo/ Oí diez mil tamborileros con las manos en llamas/ Oí diez mil murmullos que nadie escuchaba/ Oí morir a un hambriento y la risa de muchos/ Oí la canción de un poeta muerto junto a la acera/Oí a un payaso llorar en un callejón”. Y el estribillo que se repetía una y otra vez: “Es dura, muy dura, muy dura/ la lluvia que va a caer”. Se trataba de una seria advertencia de Dylan acerca de los graves peligros y desastres que podrían sobrevenir a la humanidad si se continuaba adelante con las amenazas de arrojar bombas nucleares.

Por su parte, el vocalista Jim Morrison y su grupo, The Doors, lanzaron una enigmática canción titulada ‘The End’, en la que se reflejaba la sensación de fracaso y nihilismo que experimentaban los soldados norteamericanos al observar cómo sus compañeros de lucha morían por millares. La prensa norteamericana –por órdenes gubernamentales- buscaba ‘maquillar’ el balance de esta confrontación bélica, afirmando que en breve se ganaría la Guerra de Vietnam, pero la verdad era que se estaba yendo directo al desfiladero. Hasta que en 1975, en forma vergonzosa, el gobierno del Presidente Nixon ordenó el retiro total de las tropas.

En efecto, Estados Unidos había fracasado, pero sin duda había triunfado la presión de los jóvenes músicos a través de sus melodías que tanta conciencia social sembraron, de aversión hacia la guerra con la permanente petición de tener paz y concordia entre todos los pueblos del mundo.

Esto mismo relatan las canciones de John Lennon como ‘Imagine’, ‘Give Peace a Chance’ y ‘Happy Christmas, War is Over’.

En el continente europeo, concretamente en Irlanda del Norte, describen los periodistas Inés Gaviria y Javier Marrodán (revista Nuestro Tiempo, No. 676, pp. 12-13) una lamentable situación: “El 30 de enero de 1972, domingo, se había convocado en la población de Derry una manifestación a favor de los derechos civiles y en contra de una medida aprobada seis meses antes por el Gobierno, que permitía encarcelar sin juicio a los sospechosos de pertenecer al grupo terrorista IRA. La marcha se inició pacíficamente pero algunos de los manifestantes lanzaron piedras contra las barricadas que rodeaban los barrios católicos de la ciudad. Un regimiento de paracaidistas enviado para la ocasión, cargó entonces contra la comitiva, primero con gas, balas de goma y agua a presión, pero luego con balas. Murieron catorce personas (cinco de ellas de 17 años) y más de treinta quedaron heridas”.

Años después, el conocido grupo irlandés U2 compuso la melodía ‘Sunday, Bloody Sunday’, cuyos dramáticos versos dicen: “No puedo creer las noticias de hoy/ /No puedo cerrar los ojos y hacer que desaparezcan/ ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo tendremos que cantar esta canción? ¿Cuánto tiempo?/Esta noche podemos ser uno/ Botellas rotas bajo los pies de los niños/ Una calle sembrada de cuerpos/Pero no haré caso de la llamada a la batalla”.

Todas las melodías mencionadas tuvieron un gran impacto internacional. Surgieron de inmediato, numerosos movimientos pacifistas y un urgente reclamo de los jóvenes de los cinco continentes para tener un mundo en el que reinara la reconciliación, el diálogo, la fraternidad, el amor y la paz entre las naciones.

Quedó demostrado, por tanto, que la música es un poderoso vehículo transmisor de ideas, de protestas y propuestas, que permite comunicar rápidamente determinados sentimientos, y tiene unos alcances hasta entonces insospechados. Del mismo modo, contribuyó de modo eficaz para que la sociedad de esa época hiciera un examen, un autoanálisis para conocerse mejor y no repetir los mismos errores del pasado. Su influencia fue determinante en las siguientes generaciones y hasta nuestros días.

 

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